domingo, 18 de noviembre de 2012

Greatest Hits: Entrevista con Miguel Ángel Martín

La siguiente entrevista fue publicada originalmente en el suplemento "Verano" del diario El Progreso de Lugo el 10 de agosto de 2001 y, posteriormente, salió reproducida —en una versión un poco más larga, que es la que incluyo a continuación—, en la revista cultural La Fuga de Barcelona. Espero que les guste.

El dibujante leonés Miguel Ángel Martín es uno de los más importantes —y polémicos— autores de cómics de España. Sus obras han sido publicadas en varios países y, como él mismo ha reconocido en varias ocasiones, es uno de los pocos historietistas del país que puede vivir de su trabajo. Además, Martín ha realizado muchísimas portadas de discos e ilustraciones para prensa. Su estilo, frío, seco y futurista —aunque a él no le gusta ese término para definir su obra— y los temas escabrosos que a menudo elige le han granjeado críticas e incluso problemas con la Justicia, cosa que no ha hecho sino engrandecer su popularidad.

"El juez que dictó el secuestro de mi obra en Italia me hizo un favor"


—Tus historietas se caracterizan por una gran frialdad y sequedad en cuanto a los dibujos, cosa que apasiona a tus fans y disgusta enormemente a tus detractores.

—Exacto. Es una cosa que define el conjunto de mi obra y es parte de mi personalidad. Hay gente que lo critica y a otros les gusta. Creo que mi virtud es que tengo un estilo personal, los temas son reconocibles, los dibujost también y eso es lo importante. Además, si hay polémica, mejor.

Borja Crespo y Miguel Á. Martín presentan 'Subterfuge Comix'. Foto: De la Vega

—Por otra parte, en tu obra subyacen grandes dosis de humor, algo que, al menos aparentemente, se contradice con lo anteriormente dicho.

—Me alegro de que comentes esto, porque yo me considero, fundamentalmente, un humorista. En todas mis obras hay dosis de humor, sea negro, amarillo, gris o del color que quieras. Siempre tengo un toque de humor para distanciarme del asunto que trato. Por eso me han hecho muchas críticas, en un sentido o en otro, porque consideran que no se puede hacer bromas con temas supuestamente serios. Esas personas no han entendido mi humor. Lo bueno de un libro o un cómic es que te permite hacer eso: que yo dibuje asesinos de masas no quiere decir que simpatice con ellos.

—En tu obra como historietista se observan dos bloques. Por un lado, cómics con una gran carga de ternura, como Brian the Brain o Días felices y, por otro, tebeos más crudos como Psychopathia sexualis o Keibol Black.

—Claro, en un tipo de obras trato los temas de una manera y en otro, de otra. Brian the Brain es un melodrama. En él cabe el humo pero también el drama. Sin embargo, en cosas como Snuff 2000 o Anal core puede caber el humor, pero no hay sitio para la ternura.

—Mucha gente considera tus tebeos algo así como una depravación y, prácticamente, consideran degenerados a quienes los leen y al autor.

—Estoy acostumbrado a eso y lo acepto como un cumplido. Cuando juzgaron a Oscar Wilde, acusándole a él y a su obra de inmoral, dijo que el artista nunca es morboso, puede expresarlo todo. Muchos periodistas me preguntan por qué me interesan los asesinos en serie, como si fuera algo preuocupante, enfermizo, y yo siempre les digo que los psiquiatras forenses tienen el mismo interés. ¿Por qué a ellos no se les considera degenerados y a ti sí? Lo que pasa es que si te gusta la música o los tebeos, se piensa que eres un degenerado. Yo lo que propongo es un punto de vista. Si logro que alguien disfrute, muy bien, si no, ellos se lo pierden.

—Has tenido problemas con la censura en países como Italia y Argentina.

—En realidad, censura sólo ha habido en el caso de Italia, donde mi cómic Psychopathia sexualis fue secuestrado por inducción al suicidio, homicidio y pedofilia. Ahí es nada. Ni el marqués de Sade sñó con algo así, ja ja ja. A raíz de ello, ha habido pleitos durante cinco años. Tras varios recursos, el Tribunal Supremo italiano suspendió el secuestro y se pudo editar y vender el cómic, aunque realmente ya se vendía clandestinamente. En el caso de Argentina, lo que pasó es que un editor decidió publicar la obra en dos tomos. Sin embargo, las tiendas tenían muchas reticencias a la hora de exponerla al público y venderla. Por ello, el segundo tomo ni se llegó a editar.

Miguel Á. Martín (derecha) firmando sus obras junto a Mauro Entrialgo. Foto: De la Vega

—¿Y qué opinas de todo esto?

—Se me salta la risa. Con la cantidad de problemas que hay en todos los países, se decide dedicar los esfuerzos de la Justicia y la Policía a un puto cómic. Un juez es una cosa muy seria, igual que un policía, y debería tener una formación mayor que saberse cuatro códigos. La sociedad no está sólo formada por una mayoría, sino que está fragmentada en muchas minorías, que tienen derecho a ser respetadas también.

—También se ha dicho que grupos de extrema derecha se han identificado con tu obra.

—No, eso es falso. Mis cómics molestan por igual a la extrema derecha y a la extrema izquierda. La extrema derecha me considera inmoral y los que son simplemente de derechas, fascista. A ver, pónganse de acuerdo. En Italia, intelectuales de izquierdas defendieron mi obra cuando fue censurada, porque no consideraban que fuese una apología de la violencia. Sin embargo, en España la izquierda y la intelectualidad me ha criticado. ¿A quién hago caso? Por lo menos, los italianos de izquierda me han entendido, tienen más sentido de humor que los españoles de izquierdas.

—Tengo la teoría de que ese tipo de discusiones, finalmente, al que más benefician es al autor. Si no fuera por todo este embrollo, seguramente tus obras serían mucho menos conocidas en Italia.

—Claro. Toda esta polémica me vino bien. El juez que secuestró mi obra me hizo un favor. Si tuviéramos que pagar la publicidad que supuso toda esa información en los diarios mi editor y yo, nos gastaríamos un dineral.

Firmando obras en el festival de ilustración GRAF de Madrid. Foto: De la Vega

—Una de las facetas por la que eres más conocido es la de autor de portadas de discos.

—Sí, he hecho innumerables portadas de discos para compañías independientes españolas, como Subterfuge o Munster. Además, para Subterfuge he diseñado muchísimos carteles para conciertos, camisetas y todos los dibujos de la imagen corporativa de la empresa son míos. Además, trabajo para sellos independientes extranjeros. He hecho la portada para un disco de mi grupo preferido, los norteamericanos White House.

—¿Es de los aspectos de tu trabajo que más te gustan o que menos?

—Prefiero dibujar portadas que ilustrar artículos de prensa, cosa que también me piden mucho (sobre todo para revistas de tendencias, como Primera Línea, Maxim, GQ, Rock de Lux...), ya que siempre tienes que ceñirte a un tema concreto y el realizar portadas de discos es más libre. Claro que me gusta. Poder vivir de lo que a uno le gusta a hacer es un privilegio.

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