El dibujante leonés Miguel Ángel Martín es uno de los más
importantes —y polémicos— autores de cómics de España. Sus obras han sido
publicadas en varios países y, como él mismo ha reconocido en varias ocasiones,
es uno de los pocos historietistas del país que puede vivir de su trabajo.
Además, Martín ha realizado muchísimas portadas de discos e ilustraciones para
prensa. Su estilo, frío, seco y futurista —aunque a él no le gusta ese término
para definir su obra— y los temas escabrosos que a menudo elige le han
granjeado críticas e incluso problemas con la Justicia, cosa que no ha hecho
sino engrandecer su popularidad.
"El juez que dictó el secuestro de mi obra en Italia me hizo un favor"
—Tus historietas se caracterizan por una gran frialdad y
sequedad en cuanto a los dibujos, cosa que apasiona a tus fans y disgusta
enormemente a tus detractores.
—Exacto. Es una cosa que define el conjunto de mi obra y es
parte de mi personalidad. Hay gente que lo critica y a otros les gusta. Creo
que mi virtud es que tengo un estilo personal, los temas son reconocibles, los
dibujost también y eso es lo importante. Además, si hay polémica, mejor.
Borja Crespo y Miguel Á. Martín presentan 'Subterfuge Comix'. Foto: De la Vega |
—Por otra parte, en tu obra subyacen grandes dosis de
humor, algo que, al menos aparentemente, se contradice con lo anteriormente
dicho.
—Me alegro de que comentes esto, porque yo me considero,
fundamentalmente, un humorista. En todas mis obras hay dosis de humor, sea
negro, amarillo, gris o del color que quieras. Siempre tengo un toque de humor
para distanciarme del asunto que trato. Por eso me han hecho muchas críticas,
en un sentido o en otro, porque consideran que no se puede hacer bromas con
temas supuestamente serios. Esas personas no han entendido mi humor. Lo bueno
de un libro o un cómic es que te permite hacer eso: que yo dibuje asesinos de
masas no quiere decir que simpatice con ellos.
—En tu obra como
historietista se observan dos bloques. Por un lado, cómics con una gran carga
de ternura, como Brian the Brain o Días felices y, por otro, tebeos más
crudos como Psychopathia sexualis o Keibol Black.
—Claro, en un tipo de obras trato los temas de una manera y
en otro, de otra. Brian the Brain es
un melodrama. En él cabe el humo pero también el drama. Sin embargo, en cosas
como Snuff 2000 o Anal core puede caber el humor, pero no
hay sitio para la ternura.
—Mucha gente considera tus tebeos algo así como una
depravación y, prácticamente, consideran degenerados a quienes los leen y al
autor.
—Estoy acostumbrado a eso y lo acepto como un cumplido.
Cuando juzgaron a Oscar Wilde, acusándole a él y a su obra de inmoral, dijo que
el artista nunca es morboso, puede expresarlo todo. Muchos periodistas me
preguntan por qué me interesan los asesinos en serie, como si fuera algo
preuocupante, enfermizo, y yo siempre les digo que los psiquiatras forenses
tienen el mismo interés. ¿Por qué a ellos no se les considera degenerados y a
ti sí? Lo que pasa es que si te gusta la música o los tebeos, se piensa que
eres un degenerado. Yo lo que propongo es un punto de vista. Si logro que alguien
disfrute, muy bien, si no, ellos se lo pierden.
—Has tenido problemas con la censura en países como Italia
y Argentina.
—En realidad, censura sólo ha habido en el caso de Italia,
donde mi cómic Psychopathia sexualis
fue secuestrado por inducción al suicidio, homicidio y pedofilia. Ahí es nada.
Ni el marqués de Sade sñó con algo así, ja ja ja. A raíz de ello, ha habido
pleitos durante cinco años. Tras varios recursos, el Tribunal Supremo italiano
suspendió el secuestro y se pudo editar y vender el cómic, aunque realmente ya
se vendía clandestinamente. En el caso de Argentina, lo que pasó es que un
editor decidió publicar la obra en dos tomos. Sin embargo, las tiendas tenían
muchas reticencias a la hora de exponerla al público y venderla. Por ello, el segundo
tomo ni se llegó a editar.
Miguel Á. Martín (derecha) firmando sus obras junto a Mauro Entrialgo. Foto: De la Vega |
—¿Y qué opinas de todo esto?
—Se me salta la risa. Con la cantidad de problemas que hay
en todos los países, se decide dedicar los esfuerzos de la Justicia y la
Policía a un puto cómic. Un juez es una cosa muy seria, igual que un policía, y
debería tener una formación mayor que saberse cuatro códigos. La sociedad no
está sólo formada por una mayoría, sino que está fragmentada en muchas
minorías, que tienen derecho a ser respetadas también.
—También se ha dicho que grupos de extrema derecha se han
identificado con tu obra.
—No, eso es falso. Mis cómics molestan por igual a la
extrema derecha y a la extrema izquierda. La extrema derecha me considera
inmoral y los que son simplemente de derechas, fascista. A ver, pónganse de acuerdo.
En Italia, intelectuales de izquierdas defendieron mi obra cuando fue
censurada, porque no consideraban que fuese una apología de la violencia. Sin
embargo, en España la izquierda y la intelectualidad me ha criticado. ¿A quién
hago caso? Por lo menos, los italianos de izquierda me han entendido, tienen
más sentido de humor que los españoles de izquierdas.
—Tengo la teoría de que ese tipo de discusiones,
finalmente, al que más benefician es al autor. Si no fuera por todo este
embrollo, seguramente tus obras serían mucho menos conocidas en Italia.
—Claro. Toda esta polémica me vino bien. El juez que
secuestró mi obra me hizo un favor. Si tuviéramos que pagar la publicidad que
supuso toda esa información en los diarios mi editor y yo, nos gastaríamos un
dineral.
—Una de las facetas por la que eres más conocido es la de
autor de portadas de discos.
—Sí, he hecho innumerables portadas de discos para compañías
independientes españolas, como Subterfuge o Munster. Además, para Subterfuge he
diseñado muchísimos carteles para conciertos, camisetas y todos los dibujos de
la imagen corporativa de la empresa son míos. Además, trabajo para sellos
independientes extranjeros. He hecho la portada para un disco de mi grupo
preferido, los norteamericanos White House.
—¿Es de los aspectos de tu trabajo que más te gustan o que
menos?
—Prefiero dibujar portadas que ilustrar artículos de prensa,
cosa que también me piden mucho (sobre todo para revistas de tendencias, como
Primera Línea, Maxim, GQ, Rock de Lux...), ya que siempre tienes que ceñirte a
un tema concreto y el realizar portadas de discos es más libre. Claro que me
gusta. Poder vivir de lo que a uno le gusta a hacer es un privilegio.
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