sábado, 28 de mayo de 2016

Recuerdo: "Vamos a contar mentiras"

Todo aquel que me conoce sabe que soy una persona muy musical y cantarina. Digamos que soy más musical que literario, aunque siempre me han gustado las letras.

Tras esta introducción, entro en materia: el recuerdo de hoy es de ni más ni menos que de primero de Primaria, pero me acuerdo como si fuera ayer, para que luego digan.

La profesora (la "señu", como decíamos nosotros) nos torturaba con ese castigo que tanto les encanta a los maestros: hacernos leer por turnos. Y lo que venía en el libro de texto era la letra de la famosa canción infantil "Vamos a contar mentiras". Me manda leer a mí y empiezo a hacerlo, pero al cabo de un par de palabras me sale la melodía y en vez de leer, me pongo a cantar.

- ¡Lee, no cantes! - me grita la bruja de la profe.

Lo vuelvo a intentar, pero es que es superior a mis fuerzas, la melodía se apodera de mí y me vuelve a salir el soniquete de la canción infantil.

- ¡Que leas, no cantes!

Total, que tras varias veces gritándome así, me hizo llorar. No sé qué grandísimo delito debe ser cantar en vez de leer, sobre todo cuando estaba diciendo las palabras correctas. No recuerdo el nombre de la profe ni sé si esta viva todavía. Solo espero que si está muerta arda en el infierno por los siglos de los siglos amén y, sino, que no tarde en hacerlo.

lunes, 16 de mayo de 2016

Recuerdo: "¡A Miguel no le gustan las chicas!"

La anécdota que voy a contar a continuación debió de ocurrir cuando tenía unos seis años pero la recuerdo como si fuera ayer mismo. Mi hermano Miguel (que entonces debía tener unos cuatro) y yo nos divertíamos recortando y coleccionando chicas ligeritas de ropa que salían en la contraportada del diario As y en la portada de la Hoja del Lunes de Lugo, periódicos que previamente le sustraíamos a nuestro padre. En una de estas, le digo a mi hermano:

- Esta es guapa.

Y me responde:

- Ah, no sé, yo solo me fijo en que lleven los labios pintados.

- ¿Quieres decir que no te gustan las chicas?

Total, que ya era la hora de cenar (lo recuerdo perfectamente) y dije en la mesa:

- Papá, mamá, tengo una noticia que daros, a Miguel no le gustan las chicas.

- Pues ya somos dos - dijo mi madre.

- ¿Pero os parece normal? ¿A ti, papá, no te gustan las chicas?

- Sí, pero a su edad no me fijaba en esas cosas.

En fin, que no me quedó muy clara la cosa, porque, digamos que yo ya sentía algo ahí abajo. ¿Mi hermano no? A propósito, hay que decir que, con el paso del tiempo, mi hermanito resultó ser heterosexual.

viernes, 13 de mayo de 2016

Fauna tabacalera: Maya

La diseñadora industrial Maya, del colectivo Nave Trapecio, es mujer de pocas palabras. Reproduzco prácticamente todo lo que nos dijo.


- ¿De dónde eres?
- Ahora, de Lavapiés.
- ¿Cuándo tiempo llevas en Trapecio?
- Desde marzo de 2015.
- ¿Te gusta el CSA La Tabacalera?
- Claro, un montón.
- ¿Qué opinas de él?
- Que está bien que exista. Es uno de los pocos sitios autogestionados y gratis que hay en Madrid, donde toda la gente creativa puede desarrollar sus ideas.
- ¿Crees que tiene algún tipo de problemas?
- Tiene sus problemas, como todo, pero tiene mucha repercusión en el barrio y es uno de los sitios más importantes de Madrid en la escena artística y cultural y ojalá que el Ministerio de Cultura nos renueve la concesión y la mantenga, porque aquí querían hacer un museo, pero este espacio se necesita. El museo también es una buena idea, pero que lo hagan en otro sitio. Hay que mantener un sitio como este, abierto, gratis y autogestionado, sin demasiado control del Estado.
- Eres una organizadora nata. Desde el primer momento te has involucrado muchísimo en el centro.
- No sé si lo soy, pero si estoy utilizando este espacio, es justo que, a cambio, le dedique algo de mi tiempo. Yo creo mucho en los espacios autogestionados y ahora estoy trabajando por que nos renueven la licencia. Estoy aprendiendo mucho de todo lo que se hace en Trapecio y en La Tabacalera.

La entrevista fue realizada en octubre, pero mi famosa pereza la ha aparcado en el cajón hasta ahora. Finalmente la concesión fue otorgada para que la asociación sociocultural La Tabacalera siga disfrutando del emblemático edificio madrileño, gracias al trabajo de Maya y mucha otra gente. ¡Gracias, Maya!

Fauna tabacalera: Miguel Ángel

Retomo esta sección, pero con un nuevo enfoque: retratos de miembros especialmente activos del centro social del que soy parte, el CSA La Tabacalera de Lavapiés. Empezamos con Miguel Ángel Arandia.


Conocí a Miguel Ángel en el centro y decidí hacerle este retrato porque me pareció una persona muy activa. Luego me lo pareció aún más cuando descubrí que se dedicaba a hacer evetos de salsa y de salsoterapia. A los pocos días me dio pena al enterarme de que se acababa de morir su madre en Caracas, porque aunque es boliviano, su familia vive en Venezuela,  y que no pudo ir al funeral.

Aunque ahora se dedica a la música como teclista y guitarrista, ha hecho prácticamente de todo, me comenta que es técnico de Administración de Empresas, además de haber hecho varios cursos de publicidad, que estudió en la Universidad Nacional de Colombia y que vivió en Argentina. También me comenta que en España ha trabajado en dos radios que por la crisis no han seguido adelante.

Esta es la segunda vez que vive en España (la primera vino al País Vasco porque su hija vino a hacerse un transplante) y me dice que está en La Tabacalera a raíz de que una orquesta llamada Petit Band ensayaba en el centro, luego formó parte de la banda Santa Fe y en el momento de la entrevista estaba con Sai Marú. Luego no sé porque la verdad es que esta entrevista fue hecha hace ya algún tiempo y le he perdido un poco la pista.

Sobre el centro sociocultural dice que le parece un proyecto muy interesante, aunque hay cosas que se pueden mejorar: "Habría que darle un enfoque más serio", afirma. Se muestra interesado en la posibilidad de organizar una emisora de radio y televisión desde el centro. Dice que le gusta porque está en paro y se pasa "mucho tiempo acá haciendo talleres de música los martes y jueves con La Charangalera". Dice que las relaciones entre colectivos son muy cordiales y se ve muchas ganas de trabajar y colaborar.

martes, 10 de mayo de 2016

Agua sobre agua

Veo la lluvia caer sobre la fuente de la plaza de Tirso de Molina en este Madrid gris y plomizo y me embarga una gran tristeza. ¡Qué paradoja y, a la vez, qué desperdicio! Agua sobre agua. Me recuerda a la fuente de San Marcos en mi infancia en el lluvioso Lugo. Yo solo con mi dolor. Todo en Madrid me recuerda a ti. ¿Cómo seguir?

Un concierto detrás

Un concierto de thrash.

El caniche de Nietzsche

lunes, 9 de mayo de 2016

La torre infiel

Chiste de contar

¿A alguien le suena el siguiente chiste de la época de mis padres?

¿En qué se parecen las mujeres a las gaseosas? En que la que no es Casera, es Revoltosa.

Pues se me ha ocurrido uno similar:

¿En qué se parecen las motos a los animales? En que la que no es Ossa, es Montesa.


jueves, 5 de mayo de 2016

Soramimis

Siempre que dicen "Salam aleikum" me parece oír "Será maricón".

Siempre que dicen "Andiamo" me parece oír "A dónde vamos".

Siempre que dicen "Ne me quitte pas" me parece oír "No me quite el pan".

Siempre que dicen "Jawohl" me parece oír "Ya voy".

Realismo mágico

Como concepto me parece bien. Lo malo es que la literatura de Gabriel García Márquez, Laura Esquivel, Isabel Allende y todos esos me parece un coñazo.

Álvaro Cunqueiro les da sopas con onda a todos ellos (y no es porque yo sea gallego).

Yendo a la casa de Damián (canción de Roberto Musso)

Yendo un weekend a lo de Damián,
tenía urgencia de hablar con el man,
caminé porque pinché mi van,
vi una mina de la que soy fan,
una que sale por el canal Sony,
en una serie que está con un pony
y en mi casa del barrio Marconi
siempre la veo tomándome un Johnny.

La saludé pero me echó fly
porque el programa era en MTV,
hacía un spot de Carefree
y un jingle de los jeans Lee.
Le dije "A mí me gusta el rock",
pero quedó en estado de shock
cuando escribí en una hoja de block
que era más fea que el señor Spock.

Y que se rellena el soutien
con corned beef y chow mein,
y a pesar de que usa Chanel
toma un cóctel con nafta de Shell.
El security se puso heavy,
era malo pero usaba Levi's
y me tiró desde la limousine
en el ojo un vaso con gin.

Yendo a la casa de Damián,
camino por el bulevar.
No sé si es que ya no veo o que ya no entiendo.
¿Por qué me cuesta tanto llegar?

Cruzando la calle quedé de flash
cuando vi dos niñas fumando hash.
Escuchaban thrash y The Clash
jugando a quién tomaba más splash
y como una vez en un vernissage
me dio un ataque de sourmenage
cuando dijeron: "Por diez pesos cash
hacemos juntos los tres un menage".

De los nervios me vino un tic.
En el fondo siempre fui un freak.
Les di fuego con yesquero Bic,
pero me pareció poco chic
que transaran por una crush
por un nerd de medias de plush
que les pintó los labios con rouge.
Yo le escupí su t-shirt de Bush.

Con mi gargajo en la cara de George
se subió con las chicas a un Porsche.
Se pensaba que era un tipo VIP,
masticando una papa chip.
Como empezó a hacer un strip
y quedaba solo en slip,
me clavó en el ojo un clip.
Dijo: "en tu tumba va a decir RIP".

Era happy hour en el cabaret.
Era fashion y tenía moquette,
como un pub cool y con pool.
El dueño es de Liverpool.
Y después de un breve impasse
entré a ver un show con free pass
de un master que tocaba jazz
A pesar de tener un by-pass.

Vino a hablarme uno medio gay.
Yo ponía stop y el ponía play.
Le gustaba el Big Mac y Tupac.
Vendía crack y tomaba Prozac
y gritó escupiendo un snack:
"El master hace playback".
Lo destriparon como hacía Jack
sin poder terminar su cognac.

Pero cayeron desde un penthouse
en mi ojo un teclado y un mouse.
Ciego y perdido por el stress,
peor que en un secuestro express.
Yo, que en inglés solo se decir "yes",
pensé en el libro de Herman Hess.
Soy un loser como un boy scout
y de la vida me declaré out.

Los uruguayos Cuarteto de Nos

Dios es uno y trino

Y estoy que trino.

Recuerdo: El único angelito de la familia

Mi padre es leo. Con eso no tengo ni que decir que es egocéntrico a más no poder. Para probarlo basta decir que a todos los hijos les puso su nombre, Ángel. Mis hermanos se llaman Ángel María, María Ángel, José Ángel y Miguel Ángel. No es coña. Y sí, lo habéis adivinado, a mí me iban a poner Jesús Ángel. Al parecer, mi padre se olvidó del "Ángel" cuando me iba a registrar en el registro civil y por eso soy Jesús a secas.

Pero esto no es de lo que iba a hablar hoy. Es tan solo una introducción al recuerdo que nos ocupa. Para entrar en materia de este recuerdo tendría que presentaros a uno de mis profes de Primaria, fray V., pero en realidad no tengo que hacerlo, ya que para conocerlo tan solo tenéis que leer este post.

Pues bien, recuerdo que fray V. una vez me dijo:

"Todos tus hermanos se llaman Ángel pero tú eres el único angelito de la familia".

¿Ángel o demonio?

miércoles, 4 de mayo de 2016

Recuerdo: Sima(n)go

Me cuesta escribir este recuerdo. Y es que está mucho más reciente en el tiempo que los demás que he escrito, que todos estaban situados en mi más tierna infancia, aparte de que probablemente tenga más implicaciones morales. Me da vergüenza lo que voy a contar a continuación, porque soy consciente de que obré mal,  pero debo ser sincero. Este es de mi primer año en la universidad, debía tener 18 años recién cumplidos. Yo estaba en una residencia de estudiantes y uno de mis compañeros empezó a traer un montón de discos de vinilo y otros objetos, que luego revendía. ¿A qué se debía este repentino desembarco? Nos confesó que todo lo robaba en Simago (cadena de supermercados que luego se llamó Champion y más tarde fue absorbida por Carrefour). Decía que era facilísimo, así que a los demás compañeros les entró la fiebre del mangoteo y cada día llegaban con una cantidad ingente de objetos enajenados.

Esta aparente facilidad me motivó a mí a hacer lo propio. Ni corto ni perezoso, me acerqué al mencioonado supermercado y cogí un paquete de cintas vírgenes, que había decidido meterme dentro de la ropa, pero no había pensado dónde lo iba a hacer. Total, que llego ahí y en el momento clave me dio reparo, así que me aparté un poco para metérmelo dentro de la ropa, pero en ese momento de duda, de moverme para aquí y para allá, estoy convencido que se fijó en mí un tipo con una americana a cuadros del que la verdad es que ya debería haber sospechado, puesto que no pegaba nada ahí. En cuanto me dirigí a la puerta de salida, el tipejo este rarillo me interceptó y me condujo a los almacenes de la tienda, donde descubrió el percal, con el que se quedó, aparte de con mi DNI. Me preguntó si vivía con mis padres y le dije que en una residencia. Yo estaba avergonzadísimo y sin saber qué hacer. Solté toda la verdad. Me dijeron que tenía que ir un monitor de mi residencia conmigo a pagar el material y para que me devolvieran el DNI. Yo el DNI lo necesitaba, pero tenía clarísimo que esto no se lo iba a contar ni a mis padres ni a los curas que regían la residencia. Se lo comenté a uno de mis compañeros (que tenía tan solo un par de años más que yo, pero la verdad es que, mientras que yo aparecía bastante mas joven de lo que realmente era, él parecía mucho mayor). El día acordado para acercarnos a Simago, se puso unos pantalones de pinzas, una americana, en fin, la ropa que le pudiera hacer parecer todavía mayor y, en cuanto llegamos, me dijo en tono autoritario: "Tú quédate aquí". El tipo este merecía un Oscar. Al salir me dijo "Ya hablaremos tú y yo" y me llevó, casi de las orejas. Yo estaba arrepentido pero de verdad, no tenía que fingir. Al salir me contó que los tipos picaron el anzuelo, que le dijo que me iban a castigas y que tal y que cual.

No he vuelto a robar en mi vida.

Me estoy dando cuenta de que la mayoría de las historias que cuento tienen una gran carga moral. Todas estas experiencias, al fin y al cabo, me han hecho ser como soy.

¿Qué moraleja extraéis de esta historia?

lunes, 2 de mayo de 2016

Recuerdo (ajeno): Fray V.

Como podéis ver por algunos de las últimas entradas que he publicado en el blog, no es cierto lo que a veces pensamos de que los niños se olvidan de todo. Todo lo contrario, algunas experiencias les marcan y, sobre todo, si estas tienen que ver con la justicia o, mejor dicho, la falta de justicia de algunos adultos.

Así que os voy a contar un recuerdo, pero no mío, sino de un compañero de la Primaria, O.T., que me lo transmitió. Así que es un recuerdo ajeno pero que encaja muy bien en los que he estado contando estos días.

En mi cole había un cura muy pero que muy bestia, llamado Fray V., que pegaba a los niños. Era profesor de Música, Inglés y Educación Física, pero, sobre todo, era el entrenador del equipo de vóleibol, que, para más señas, era el deporte fuerte en mi colegio. Si estabas en el equipo de balonvolea y destacabas, sacabas buena nota en Educación Física y prácticamente también en Música e Inglés, con poco que hicieras en la clase en cuestión.

Pues bien, la anécdota que voy a contar me la trasmitió un compañero del cole con el que he recuperado el contacto después de mucho tiempo. Y resulta que este chico estaba de pequeño en el equipo de volleyball y se le ocurrió darle una patada al balón y el sacerdote, en vez de decirle: "No se debe pegar patadas al balón de vóleibol porque se estropea", directamente le dio un hostiazo. Así se las gastaban en los Franciscanos. La letra con sangre entra. Y el balonvolea también.

Recuerdo (ajeno): Mata a la Reme

La Reme era una profe hijaputa que teníamos en los Franciscanos. Nos pegaba... bueno, a mí y a mi hermano no, porque mis padres fueron a protestar ante la inusitada violencia de esta vieja cabrona, a lo que ella les respondió de malos modos, calificándolos de "apóstoles de la no-violencia". Con esto introduzco a uno de los personajes de esta verídica historia.

El otro es Jesús Valiña (di algo si lees esto), un alumno muy ingenioso, que siempre se estaba inventando letras guarras para las canciones de la tele.

Una vez presentados los personajes de la historia, lo que viene a continuación es un recuerdo, ajeno, pero recuerdo. Y lo de "ajeno" lo digo porque yo, no recuerdo por qué motivo, no pude ir a la excursión en la que sucedió lo que a renglón seguido os cuento.

Los más viejos del lugar recordarán un anuncio de salchichas Snakis que ponían en la tele cuando éramos pequeños, en el que, con la melodía de la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak, cantaban "Cómprame Snakis, por favor mamá". Pues bien, Valiña le cambió la letra a la cancioncita por "Mata a la Reme, por favor mamá". Y, ni corto ni perezoso, se le ocurrió cantarla delante de ella en el autobús de la excursión, a lo que, como era de esperar, la zorra le contestó dándole un soplamocos de padre y muy señor mío. También es que ¿a quién se le ocurre?

Otra anécdota relacionada con esa pésima profesora sucedió muchos años más tarde, ya de mayores. La pareja de mi hermano iba a clase de pintura con ella. Mi hermano le comentó que había sido nuestra profe de pequeños y su novia siempre le decía: "Pues dile algo, que seguro que le hace ilusión". Mi hermano no estaba muy convencido de la idea, pero me imagino que pensó que después de tantos años nada malo podía pasar, pero nada más lejos de la realidad, porque la conversación fue más o menos tal que así:

- Hola, no sé si se acuerda de mí. Soy Miguel Martínez. Yo era su alumno.
- Pues debías de ser el típico del montón, porque yo solo me acuerdo de los muy buenos y de los muy malos, y de ti no me acuerdo.

¡Vaya profe!