Dos de las que más me han llamado la atención han sido Ana y los lobos (1973) y su continuación, Mamá cumple 100 años (1979), ambas dirigidas por Carlos Saura y ambas con los mismos actores en los mismos papeles, pues se supone que los personajes se reúnen años después del primer encuentro. Así, pues, se trata de un díptico alegórico de la situación política española, en la línea de La caza (C. Saura, 1966), Furtivos (J.L. Borau, 1975) y Las truchas (J.L. García Sánchez, 1978).
Geraldine Chaplin en "Ana y los lobos" (1973) |
En la primera de ellas, Ana y los lobos (con guion de Saura y el gran Rafael Azcona), una institutriz extranjera llega a una casa en el medio del campo. Esta extranjera, Ana (Geraldine Chaplin), ve las relaciones de la familia desde fuera, como el protagonista de Doña Perfecta de Galdós ve la sociedad de Orbajosa. En la casa vive Mamá (Rafaela Aparicio), que representa España, sus hijos José (José María Prada), Fernando (Fernando Fernán-Gómez) y Juan (José Vivó) y tres nietas, hijas de Juan. Los tres hijos representan cada uno de ellos un estamento del régimen franquista: José, el ejército y más concretamente a Francisco Franco, pues tiene un museo en el que reúne viejas glorias militares y no para de probarse uniformes militares; el falso asceta Fernando, la Iglesia, y Juan, el ciudadano de a pie (el famoso tercio familiar), pues es el único que tiene descendencia. Lo primero que le dice José a Ana es que Juan y su mujer no son capaces de cuidar la educación de sus hijas, por lo que él ejerce como protector ("pater familias", dice literalmente), en una clara referencia al "no se os puede dejar solos" franquista. Todos los hermanos quieren algo de Ana: Juan pretende que sea su amante (aparte de regodearse enviándole cartas obscenas); José quiere que le limpie los trajes y le tenga ordenado el museo de pasadas glorias (esa es su perversión). Parece que tan solo Fernando, representante de la Iglesia, la quiere ayudar y redimir pero hacia el final de la película vemos que se trata del mayor depravado de los tres. Tiene una perversión que consiste en querer cortarle el pelo a Ana y así ella descubre que también quiere algo de ella quien en principio parece solo velar por su bien.
También puede ser analizada esta primera parte del díptico de un modo freudiano. Los tres hijos, cada cual con su parafilia, han matado al padre y tienen que luchar entre ellos por los favores de la mujer que viene de fuera.
Rafaela Aparicio en "Mamá cumple 100 años" (1979) |
A la segunda parte, Mamá cumple 100 años (ya con guion solo de Saura, sin Querejeta), le falta la fábula freudiana y nos quedamos tan solo con la alegoría política. La película empieza con la llegada de Ana a la casa en la que había estado años antes para celebrar el centenario de Mamá. Descubrimos que Juan, que representa al dictador, había muerto "tres años antes", o sea aproximadamente la fecha de la muerte de Franco. Ahora el resto de la familia carece de la tutela del que ponía orden. La casa está hundida. No tienen dinero y las nietas se llevan muy mal. Eso lleva a los dos hermanos que quedan vivos a ponerse de acuerdo para matar a Mamá, que encarna a España. Solo la observadora extranjera puede salvarla y, de hecho, lo hace.
En resumen, me llama la atención que lo que viene a decir Saura en fecha tan temprana como 1979 es que tras la muerte de Franco, las restantes fuerzas políticas se han aliado para matar a Mamá España. Parece que el cineasta aragonés tuviera esperanzas en las fuerzas políticas de la oposición pero que, una vez muerto Franco, estas le decepcionaran.
Es curioso, porque en el libro que estoy leyendo, el colectivo Marta Hernández pone literalmente a parir al llamado Nuevo Cine Español y muy especialmente a las películas producidas por Elías Querejeta. La tesis de Hernández es que la supuesta crítica al régimen que hacen estas películas en realidad no era tal, pues por un lado, servían para lavar la imagen del régimen franquista de cara al exterior y, por otro, en el interior casi nadie las veía, con lo cual no tenían un efecto movilizador en el público general y, para colmo, desmovilizaba al público cinéfilo y politizado. Curiosamente, estas circunstancias de desmovilización política y de connivencia entre la supuesta izquierda y el franquismo, que no niego, lograron paradójicamente llevar al celuloide algunas de las mejores películas del cine español de todos los tiempos, como es el caso de las dos aquí analizadas.