jueves, 29 de agosto de 2019

Milagros de santos XVIII: Sor Patrocinio

La historia milagrosa que viene a continuación se desarrolla también en Madrid y la verdad es que es un tanto dudosa. Bueno, me dirán ustedes, ¿qué relato de milagros no lo es? Y tienen razón, pero es que, en este caso, nuestra protagonista fue declarada por un tribunal como estafadora en 1835.

Se trata de una religiosa llamada Sor Patrocinio y conocida como la Monja de las Llagas, que profesaba en el monasterio fundado por el Caballero de Gracia, mencionado en la anterior entrada del blog. El fallo del tribunal se debió a que varios médicos demostraron que las llagas que le salían a imitación de las de Cristo se debían a heridas autoinfligidas. Por este motivo, fue desterrada. Pero es que resulta que esta monja era considerada poco menos que una santa por gran parte del pueblo de Madrid y también por su reina, Isabel II, que levantó el destierro y la permitió volver a la villa y corte, donde, por cierto, parece ser que tuvo mucha influencia en las decisiones políticas de la monarca.

Retrato fotográfico de Sor Patrocinio. Si hasta tenía cara de diablesa...

Pero lo que decía antes de que este caso es un tanto dudoso es también por otro motivo. Resulta que esta adorable monjita al parecer tenía tratos con el diablo, el cual la llevaba en volandas por el camino de Aranjuez. Otra noche, la llevó al puerto de Guadarrama y al volver la dejó en el tejado del convento, de modo que las monjas tuvieron que salir a gatas por una buhardilla para recogerla. En el juicio se demostró que no era tan difícil acceder al tejado desde dentro, pero, en fin, a lo que iba, que esta santa metomentodo, amiga de la reina y hacedora y deshacedora de entuertos, no se sabe si era santa o diablesa.

Milagros de santos XVII: más milagros de Madrid

Ya hemos contado en esta sección milagros madrileños como los de San Isidro, Nuestra Señora de los Peligros y Nuestra Señora de la Almudena, pero hay muchos más, algunos de los cuales los relata Luis Carandell en su librito Madrid (Alianza, 1995).

Paradigma de los pecadores arrepentidos en el siglo XVI fue un noble señor, no por italiano, pues era natural de Módena, menos madrileño, que se llamó Jacobo de Grattis, más conocido por el nombre de Caballero de Gracia. Para conquistar a una dama que se le resistía preparó un bebedizo o elixir de amor y, cuando iba a dárselo a la doncella de la dama para que se lo administrara a su dueña, escuchó una voz del cielo reprochándole su mala acción. Según se asegura, se fue a confesar con Simón de Rojas, fraile trinitario que andando el tiempo sería beatificado, y se ordenó sacerdote. A partir de entonces el Caballero de Gracia dedicó todos sus bienes a las obras pías y fundó el convento que lleva su nombre.

Para no ser menos que Nápoles [...], Madrid conserva en uno de sus conventos la sangre de un santo que se licúa en una determinada fecha. En Nápoles, como se sabe, se trata de la sangre de San Genaro. En Madrid, de la de San Pantaleón. Este santo, nacido en Nicomedia, ciudad de la Turquía actual, fue médico de profesión y sufrió martirio por ser cristiano a comienzos del siglo IV. Sus reliquias se conservan en una iglesia de Venecia, pero su sangre fue repartida por diversos templos de Italia. Una de las ampollas que la contenían llegó a Madrid en 1611 por donación de una familia noble, una de cuyas hijas profesó en el convento de la Encarnación de Madrid. La sangre de San Pantaleón, que está colocada en un relicario y que durante todo el año tiene un aspecto oscuro y sólido, se licúa el 27 de julio de cada año. Al anochecer de la víspera de ese día comienza la licuefacción, que se mantiene hasta la noche del 27. Es creencia general que el año que esto no sucede anuncia una gran desgracia, y de ahí que sean multitud los fieles que acuden a comprobarlo al convento de la Encarnación.

Ampolla con la sangre de San Pantaleón

La imagen de la Virgen de Atocha tiene orígenes legendarios. Por tradición se creía que era una talla realizada por el evangelista San Lucas y por Nicodemo (como si no tuvieran otra cosa que hacer, añado yo) en vida de la virgen María y que había sido traída a España por el apóstol San Pablo. Pertenece al grupo de las vírgenes negras y puede fecharse en el siglo XIII. Esta imagen de transición del románico al gótico es la más antigua que se conserva en Madrid. Su nombre se debe a que fue encontrada en un atochar o espartizal por un caballero del pueblo de Rivas del Jarama llamado Gracián Ramírez, que combatía contra los musulmanes en las inmediaciones de Madrid. Temeroso de que su familia cayera en poder de sus enemigos y muy en el estilo de la vieja concepción de la honra caballeresca, Gracián Ramírez degolló a su mujer y a sus dos hijas. pero cuando, después de la reconquista de Madrid, fue a orar ante la Virgen de Atocha en acción de gracias, se encontró con que las tres mujeres había resucitado y conservaban en el cuello la huella de la espada que Gracián había empleado para matarlas (estos son los detalles escabrosos de los milagros que tanto me gustan).

En la basílica de Atocha había otra imagen milagrosa, la del llamado Cristo del Zapato, copia de la que se conserva en la ciudad de Luca y que fue regalada por un embajador italiano. Este Cristo estaba calzado con chapines de plata y un día desapareció uno de ellos. La justicia apresó a un hombre sospechoso de haberlo robado y él declaró que había sido el mismo Cristo quien le había dicho que se lo llevara al ver la grandísima necesidad en que se encontraba [...]. De la misma manera que el Cristo de la Vega, al que el juez tomó declaración [...], el Cristo de Luca, interrogado también, asintió con la cabeza a la pregunta del juez de si era cierto que había regalado el zapato de plata al presunto ladrón.

Milagros de santos XVI: el Cristo de la Vega

La siguiente leyenda toledana fue adaptada por José Zorrilla en su obra A buen juez, mejor testigo. Si damos crédito al relato, se trataría de un caso extraordinario, pues en él se dice que en un juicio se aceptó como testigo la intervención milagrosa de una imagen religiosa. ¿Creéis que ocurrió de verdad?

Cuenta la leyenda que había en Toledo dos amantes: Diego Martínez e Inés de Vargas. Diego había de irse a la guerra e Inés le pidió que se casase con ella cuando volviera. En la iglesia del Cristo de la Vega, ante la imagen de Jesús crucificado que le da nombre, Diego juró casarse con ella al cabo de un mes de su regreso de Flandes.


Pasó el tiempo y Diego no regresaba, mientras Inés lo esperaba impaciente. Tres años más tarde, Inés reconoció a Diego al frente de un grupo de caballeros que entraba en Toledo. Salió corriendo en su busca, pero Diego, que contaba con una nueva posición social y había olvidado sus promesas, giró el caballo y renegó de su juramento.

Desesperada, pidió al gobernador de Toledo, don Pedro Ruiz de Alarcón, que intercediera. Al solicitar testigos, Inés se atrevió a presentar uno: la mismísima imagen del Cristo de la Vega. El tribunal en pleno y muchos curiosos acudieron a la iglesia y se arrodillaron ante el Cristo. Tras preguntar el gobernador si había sido testigo del juramento, se oyó un "sí, juro" y los testigos pudieron ver que el Cristo tenía los labios entreabiertos como si hubiera hablado y la mano desclavada y estirada como para posarla en los autos.

Es una bonita leyenda de amor. Y aquí debería venir aquello de "...y fueron felices y comieron perdices", pero no es así. El final de esta historia edificante va por otros derroteros. Y es que los dos amantes, inspirados por el milagroso evento, se retiraron a sendos conventos, donde pasaron el resto de sus días.

miércoles, 21 de agosto de 2019

Milagros de santos XV: la virgen del Pilar

Los milagros de la virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora del Pilar destacan por estrafalarios y rocambolescos. Tal vez debiera haber empezado esta sección con ellos, pues son el epítome de lo que vengo escribiendo.

De los muchos que se le atribuyen, voy a centrarme en tres.

El primero es la aparición de la virgen María al apóstol Santiago durante su evangelización de España en el año 40 en un pilar (de ahí el nombre). De este milagro no hay ninguna documentación de época ni de poco después. Los creyentes dirán que se basa en la tradición. Los no creyentes, que es una milonga. Según leo, este milagro tiene varias cosas originales. El primero es que por entonces la virgen todavía estaba viva y, de todos modos, se le apareció. No sé si desapareció de su hogar habitual mientras tanto o es que estaba en los dos lados a la vez. La segunda, es que, al parecer, esta aparición es única, porque no se trató solo de una visión en plan holograma, sino que la tía estaba ahí ¡en carne y hueso! Según la tradición (de nuevo), en ese momento se decidió la construcción del templo (esto, dicho sea de paso, también es una milonga, pues el primer templo que se construyó en el lugar, antes que el actual, se hizo siglos más tarde).

Bonita foto de un monaguillo sosteniendo a un bebé con la imagen de la virgen del Pilar de fondo

El segundo es el famoso milagro de Calanda. Digo lo de famoso porque el cineasta Luis Buñuel, oriundo de dicha población turolense, le dio mucho bombo. Este es el único milagro del que tengo noticia que fue constatado por un notario y en el que se siguió un proceso con testigos para constatar su autenticidad, así como el único que fue declarado oficialmente milagro por un obispo. Resulta que un tal Miguel Pellicer fue atropellado por un carro en Castellón, tras lo que hubo de amputársele una pierna. Una vez curada la cicatriz se fue al templo del Pilar de Zaragoza y se untó el muñón en agua bendita, tras lo cual regresó a Calanda. Ahí, el día 29 de marzo de 1640, le volvió a aparecer la pierna. Como he dicho antes, todo esto fue comprobado por un notario. Para mí que el notario debía estar puestísimo, porque sino...

Por último y el más sospechoso de los tres, es que la virgen hizo otro milagro al impedir que una bomba lanzada por el ejército leal a la República durante la Guerra Civil Española estallara en el templo y lo destrozara. O sea, que la Virgen estaba del lado de Franco y sus secuaces, ¿no? Y yo me lo creo...

Milagros de santos XIV: la Biblia de los 70

No sé si sabéis lo que es la Biblia de los setenta, también llamada Septuaginta. Resulta que uno de los últimos emperadores de Egipto, Ptolomeo Filadelfo (308-246 a.C.), decidió traducir todos los textos bíblicos escritos en hebreo y arameo al griego. Para empezar, no sé para qué coño quiso hacerlo, pues se supone que los egipcios no creían en el dios de los judíos, pero en fin, sigamos contando...



Para ello contrató a 72 traductores, de ahí el nombre (aunque en realidad se debería llamar la Biblia de los setenta y dos, pero en fin, por redondear...). Pero la idea no era que cada uno tradujera una parte sino que todos tenían que traducir la totalidad. Según la leyenda, cuando acabaron, se comprobó ante el asombro de todos que las 72 traduciones eran ¡exactamente iguales!, lo que se consideró inmediatamente un milagro, pues supuestamente todos los traductores escribieron inspirados por el espíritu divino. Y colorín colorado...

martes, 20 de agosto de 2019

"Le ballon rouge", el pensamiento mágico aplicado al cine

Le ballon rouge (El globo rojo, 1959), dirigida por Albert Lamorisse y protagonizada por su hijo Pascal y un globo, es una película juguetona, delicada y deliciosa que conecta el cine con la magia y, por tanto, nos devuelve a nuestra infancia. La cinta demuestra que el modo en que actúa el cine es muy similar a cómo piensa un niño y, por tanto, pensar en cine debería ser utilizar el pensamiento mágico, es decir, pensar y actuar como cuando éramos niños. Lamentablemente, esto muchas veces se olvida.


Recuerdo que la primera vez que vi esta película simplemente me dejé llevar por su encanto y solo ahora, en un segundo visionado, me pongo a preguntarme cómo se hizo tal o cual secuencia, lo cual en el fondo no tiene la más mínima importancia. Lo importante es que Lamorisse consigue una película maravillosa (y aquí el término está mejor utilizado que nunca) sin prácticamente diálogos, en una cinta que juega básicamente con dos elementos: el technicolor y los trucos con los que se logra que el globo cobre vida. Es curioso que esta cinta obtuviera el Oscar al mejor guion y, de hecho, es hasta el momento el único cortometraje que lo ha obtenido, cuando para mí el mérito de esta cinta no está, ni mucho menos, en lo escrito, sino en la realización. Se trata quizá de una de las películas que mejor exponen lo que los críticos de Cahiers du Cinéma llaman la “puesta en escena”, nada que ver con el guion y, sin embargo, los norteamericanos, en ciertas cosas tan admiradores de los franceses, no lo supieron apreciar en esta ocasión.

Me llama la atención que en su texto “Las gafas de Parménides” un crítico tan afrancesado como José Luis Guarner criticara a Albert Lamorisse (cuya vida merecería un biopic, pues murió filmando un documental en Irak e inventó el famoso juego de mesa Risk), que, en mi opinión, lleva los postulados de Cahiers du Cinéma a su quinta esencia.

lunes, 19 de agosto de 2019

"Juha": el triunfo de la simplicidad

Cuando hace unos años salieron The Artist (Michel Hazanavicius, 2011) y Blancanieves (Pablo Berger, 2012), algunos pensamos que se trataba de la primera película en blanco y negro y muda en muchos, muchos años. ¡Qué lástima que Juha (Aki Kaurismäki, 1999), que había salido tan solo una década antes, nos hubiera pasado desapercibida!

Esta película demuestra que lo que te enseñan en las escuelas de cine y de guion no vale para nada. Porque, según ellas, una historia hoy no se puede contar como se hacía en los años 20. Y eso es precisamente a lo que juega este film. Hay algo de esta excesividad en todo el cine de Kaurismäki, pero, en este caso, todo es más exagerado. Se nota que el cineasta ve mucho cine mudo y ha logrado recrear el tipo de actuación y fotografía que se utilizaba entonces con los medios de hoy. Lo mismo puede decirse de la iluminación y de la planificación. Para poner un ejemplo, la primera escena en el bar tiene un inserto de los vasos chocando que no se utiliza hoy y sí en el mudo. Uno de los grandes momentos de la película. La iluminación, en concreto, con esos claroscuros tan pictóricos demuestra el conocimiento de este cineasta del cine expresionista alemán y, sobre todo, la obra de Carl Theodor Dreyer.


La historia, muy esquemática, está basada en una novela del mismo título de Juhani Aho de 1911, sobre una pareja que vive feliz en su mundo rural hasta que llega el tercero en discordia de todo triángulo amoroso, un capitalino que por casualidad entra en este entorno edénico a robarles la paz con sus promesas del lujo y la sofisticación de la ciudad. En manos de Kaurismäki, un argumento tan tenue no resulta en absoluto es aburrido ni ridículo, al contrario, se convierte en algo muy cercano y emocionante. En otras películas del mismo director estamos acostumbrados a ver a los mismos actores, pero sin sobreactuar, haciendo movimientos robóticos al estilo del cine de Bresson. Sin embargo, aquí exageran como si fueran actores de un film mudo, que es realmente lo que es Juha... y funciona.

El filme se articula entorno a dos puntos de giro: el momento en el que Shemeikka (André Wilms) pisa una mariposa y nos damos cuenta de que es malo y un único flash-back de la película, en el que Marja (Kati Outinen) recuerda su boda, que supone el momento en el que se da cuenta de que realmente quería a Juha (Sakari Kuosmanen). Tan solo dos momentos fugaces en una película, corta, eso sí, hacen avanzar una emocionante trama sin caer en lo simplón.

En resumen, se trata de una rareza en la filmografía de uno de los grandes directores de la actualidad y, a la vez, de una gran película que plantea una posible vía para hacer cine que no ha sido muy seguida antes o después de esta cinta.