viernes, 3 de agosto de 2012

Crítica del documental "Guest"

Debo empezar esta crítica diciendo que Guest (José Luis Guerín, 2010) es una película que me tocó en lo más hondo, es más, diría que se trata de una obra maestra del documental, o mejor dicho, de un subgénero del documental que es el diario de viajes, del que únicamente conocía un par de ejemplos anteriores, obra de la genial documentalista belga Agnès Varda.

Me resistía a ver esta película por las sensaciones encontradas que despierta en mí la palabra "Guerín". Había visto de él sus anteriores cuatro trabajos y me habían dejado con un balance claramente negativo, pues frente al entusiasmo que motivó en mí la primera obra de él que vi (En construcción, 2001), le siguieron la decepción, o mejor dicho, el cabreo, causados por el esnobismo y la vacuidad de algunas de sus obras supuestamente más famosas e incluso estudiadas en escuelas de cine, como son Tren de sombras (1997), En la ciudad de Sylvia (2007) y el largometraje que forma díptico con esta última, Unas fotos en la ciudad de Sylvia (2007).


Ignoro en qué circuitos se exhibió esta cinta, me imagino que únicamente en festivales especializados y no en muchos, pues pasó totalmente desapercibida para mí. El único motivo que me hizo buscarla por todos lados fue el entusiasmo expresado por mi amigo Carlos Escolano en la lista de lo mejor del año que hizo en su blog (pinchar aquí para verla), claro que su opinión no cuenta porque él es incondicional del director catalán.

En cualquier caso la encontré y la vi y me subyugó la cámara de Guerín o, mejor dicho, su ojo, pues la cámara no es nada sin un buen ojo detrás. Se trata de una película hecha de retazos grabados por el cineasta a lo largo de un año de viajes por todo el mundo, supongo que para promocionar su anterior película. En algunas ciudades el director graba sólo unos segundos de algún monumento o lugar significativo, mientras que en otras interactúa con gente y la historia da más de sí. El cineasta evita el glamour y las alfombras rojas (salvo en el arranque de la película, en la que el director muestra su parte frivolona, lo cual me dio mala espina, aunque, por suerte, no tiene nada que ver con el resto del film) y se escapa por barrios populares a ver cómo vive realmente la gente de clase baja en esas ciudades. Esto es especialmente destacable en los lugares de habla hispana, pues el director puede interactuar con los actores, en los demás casos se limita a reflejar la realidad. Cuando el cineasta interactúa, especialmente en el caso de Cuba y Colombia, sólo tiene que preguntar una o dos cosas, pues a partir de ese momento la realidad fluye ante el objetivo de un modo abrumador, demostrando la gran capacidad del director para buscar la acción, para contar una historia, o, mejor dicho, para captar la realidad en su mayor grandeza. Pasa lo mismo cuando el cineasta encuentra un rostro que le gusta, especialmente si es un rostro femenino, la cámara se enamora de ese rostro y ya no lo suelta en un buen rato, hasta que el director se tiene que ir a otra ciudad para participar en otro festival de cine. En cualquier caso, en esta película (no voy a decir en toda la obra del director), grabada únicamente por Guerín con una cámara digital de pequeño formato se combinan la fascinación del ojo del director por una buena historia con su fascinación por la belleza, lo que le lleva a construir planos y secuencias de gran plasticidad sin ninguna preparación, todo sobre la marcha. Además, parece que, sin pretenderlo, Guerín crea una especie de discurso socio-político, al mostrar la precariedad de la situación de algunas personas, la lucha diaria de la mujer para sacar adelante a su familia en entornos pobres, la fijación con la palabra "oro", así como la indistinción entre los términos "realidad", "documental", "película" y "ficción". Todos ellos son temas recurrentes en este largometraje. Cuando viaja a Perú, hacia el final de la cinta, el director se limita a grabar con su cámara un lugar muy concurrido, a menudo centrándose en una cara, para luego pasar a otra y de esa a otra, creando una especie de metáfora de la película en sí y de la realidad en su conjunto: "la vida sigue", como diría Pérez Galdós (bien pensado, me acabo de dar cuenta de que Guerín es una especie de Galdós audiovisual).


Al total embelesamiento visual y de contenido que tuvo esta película sobre mí hay que añadir las constantes citas (auditivas y visuales) que hace Guerín de una de mis películas favoritas y que, por casualidad, acabo de reseñar para este blog: Portrait of Jennie (William Dieterle, 1948), una película de un raro encanto que parece que subyugó tanto a Guerín como lo hizo con Buñuel y conmigo.

En definitiva, me quito el sombero ante el señor Guerín por esta película, si bien no por el conjunto de su obra. Me acabo de enterar en IMDb que el cineasta ha concluido tres documentales más el año pasado. Lástima la pobre distribución que tiene hoy en día en España el género que hace que este tipo de obras no lleguen a su potencial público. Habrá que buscar estas películas, a ver si sigue en tan buena forma. Si lo consigo, prometo daros cuenta de ellas en este blog.

Ficha en IMDb: http://www.imdb.com/title/tt1692848/
Ficha en filmaffinity: http://www.filmaffinity.com/es/film717998.html

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