martes, 7 de agosto de 2012

Crítica del documental "Mones com la Becky"

¡Dos grandísimos documentales en tan sólo cuatro días! ¡Estoy en las nubes! Tras ver la excepcional Guest (José Luis Guerín, 2011), a la que le di un diez, me doy de bruces con Mones com la Becky (Monos como Becky, Joaquim Jordà, Núria Villazán, 1999), de la que había leído algo no me acuerdo dónde que me había hecho buscarla, y todavía me ha gustado más que la de Guerín, así que tendría que darle un once.


Se trata de una película polifacética y muy compleja en la que a veces es difícil saber dónde empieza la realidad y dónde la ficción. Yo, por ejemplo, personalmente no me creo que el actor João Maria Pinto haya sido realmente lobotomizado (sería demasiada casualidad y la única prueba que se muestra son unas fotos de él rapado, no gran cosa).

La cinta nos ofrece dos puntos de vista distintos: el de la neuropsiquiatría oficial representada en la figura del premio Nobel de Medicina portugués Egas Moniz, defensor de la leucotomía, y el de los internos de un centro psiquiátrico catalán, aderezada con numerosos testimonios de médicos, filósofos, psicólogos, sociólogos e incluso el propio director, que sufrió una embolia cerebral y dice ante la cámara que a partir de ese momento cambió su vida.

La película consta de cuatro tipos de imágenes y sonidos: 1. imágenes y sonidos de archivo (aquí la película tiene un gran trabajo de recolección de documentos originales), 2. entrevistas con expertos, 3. imágenes del montaje teatral que los pacientes del centro psiquiátrico quieren realizar bajo las órdenes de Pinto, así como de su vida diaria y entrevistas con ellos en los que hablan de cómo va el montaje y de cómo se sienten y 4. recreaciones. Este último tipo es quizá el más interesante, por el preciosismo de su planificación, comparada con lo rudimentario de las imágenes del reportaje sobre la vida de los internos, en las que a menudo se ve el micrófono, por ejemplo. Aquí los directores llegan a rizar el rizo porque hay momentos en que se combinan dos, tres o hasta los cuatro tipos de imágenes y sonidos una detrás de otra, e incluso en un caso de imagen reconstruida, la cámara hace un travelling hacia atrás (estúpida denominación francófona: llamémoslo por su nombre: un desplazamiento inverso de la cámara sobre raíles o back tracking), para mostrar al director diciendo "corten". Pura magia del cine condensada en unos segundos de celuloide.

La mezcla de actores profesionales y no profesionales funciona a la perfección, creando un gran sentido de verdad en la película. Los internos del psiquiátrico resultan no sólo ser unos grandes actores sino personas con la cabeza muy bien amueblada, sobre todo el que expresa su punto de vista sobre la psiquiatría al final de la cinta, así como el que encarna al asesino de Egas Moniz, la llamada Petri... bueno, en general todos ellos.

Película, catarsis, terapia, reflexión sobre el concepto de psiquiatría, sobre cómo un ganador del Nobel puede ser por otro lado considerado como un asesino y segador de vidas... En resumen, una obra maestra del cine contemporáneo... y de todos los tiempos. He dicho.


De esta película dice C. Aguilar en su Guía del cine de 2009: "Cruce de documental, reportaje y ficción, cuyo título se justifica por el caso de una chimpancé llamada Becky y la drástica operación que sufrió en manos de un neurobiólogo revolucionario. No puede refutarse el interés del contenido, pero la plasmación formal se revela torpe y preteniciosa a la vez, delatando negativamente, en última instancia, el pasado del director en el cine experimental y de vanguardia". Por una vez, no puedo estar más en desacuerdo con mi mentor cinematográfico, que supongo que no es amigo de estas veleidades que mezclan realidad y ficción.

Ficha en IMDb: http://www.imdb.com/title/tt0262627/
Ficha en filmaffinity: http://www.filmaffinity.com/es/film352632.html

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