jueves, 8 de mayo de 2014

Documenta. Días 6 y 7. Nazis en Euskadi

La reanudación de mis quehaceres laborales y de otros tipos me impiden seguir viendo cuatro películas al día. Es lo malo de que este festival se desarrolle en la ciudad en la que resido y no en un lugar turístico como, digamos, San Sebastián (claro que, de ser así, no podría siquiera acudir). Así, el lunes sólo logro ver dos cortos y un largo y el martes, únicamente cinco cortos, y me pierdo algunas de las películas que más me interesaban, como Master of the Universe (Marc Bauden) e Iranien (Mehran Tamadon).

Sofía Pérez, cahierista de pro

El lunes tenía mis expectativaas puestas en Substanz, pues el largo que el año pasado presentó su director, Sebastian Mez (Metamorphosen) me había encantado y, de hecho, fue premiada en la pasada edición de este mismo festival. Sin embargo, pese a tener un tema similar a su anterior trabajo (la catástrofe de Fukushima), el resultado me resulta deslavazado. Claro que otros lo calificarán de postmoderno. En fin, lo más destacable de lo poco que pude ver ese día fue el largo Una esvástica sobre el Bidasoa (Alfonso Andrés y Javier Barajas), del que quizá lo menos atractivo es el título (al parecer, los cineastas no consideraron de gran importancia este particular, según demostraron en el debate posterior a la proyección).

Sixto Cid, un clásico en este tipo de eventos

Esta nueva incursión en un tema, el del nazismo, omnipresente en esta edición de Documenta narra, con la excusa del redescubrimiento de un film de la Alemania nazi sobre Euskadi, las relaciones que durante la época existieron entre estos dos pueblos de pretendida pureza racial.

Fotograma de Una esvástica sobre el Bidasoa

De la sesión de cortos del martes, sólo me gusta uno: Wild Zwijn (Willen Baptist), en las que se nos narra la proliferación de jabalíes en una zona de Holanda desde el punto de vista de varios sectores implicados (carniceros, guardabosques, un fotógrafo de naturaleza...).

Siento no poder informarles puntualmente de lo ocurrido en estos dos días. Espero que hacia el final de la semana las cosas se me den mejor y les pueda dar cumplida cuenta de lo que pase en el festival.

lunes, 5 de mayo de 2014

Documenta. Día 5. "Focus on Directors", la hijastra pobre del festival

Si ayer alababa a la organización de DocumentaMadrid 14 por las películas elegidas hoy tengo que darle un tirón de orejas por cómo ha descuidado la sección Focus on Directors, que se desarrolla en el cine Doré de la Filmoteca Española.

Me entero de que no se proyectará Bertolucci on Bertolucci, pero bueno, son cosas que pasan, la copia no llegaría a tiempo o sabe Dios qué otros inconvenientes se habrán producido. El problema no es ese. Para empezar, no hay ni un solo folleto con el programa del festival en el cine; tampoco hay absolutamente nadie de la organización (al contrario del año pasado). Pero la cosa no acaba aquí: al proyectar el anuncio de cabecera del festival, que se pone antes de cada película, se ve el escritorio del ordenador del que se está proyectando, con el puntero del ratón y no a toda pantalla sino minimizado. Y esto no ocurrió la primera vez por un error, sino que es así todas las veces. En las proyecciones de la sala 2 ni siquiera se proyecta este anuncio, pero no acaba ahí la cosa: Walden (Jonas Mekas, 1969) -diario fílmico de tres horas de duración que me aburrió bastante- hoy se ha proyectado sin subtítulos. En la ficha pone que es una película "sin diálogos", lo cual es totalmente falso, y, aunque así lo fuera, ¿qué me dicen de los rótulos? Pues es bien sabido que el cine de Mekas juega en gran medida con lo textual. ¿Por qué, entonces, sí subtitularon Outtakes, que tiene exactamente la misma estructura?

Bien, después de mi diatriba contra la organización, pasamos a la crónica de lo que dio de sí la jornada de ayer: las otras películas que vi fue el largo hispano-cubano Hotel Nueva Isla (Irene Gutiérrez), de nuevo un film observacional de ritmo calmado, que, según mi amigo Sixto Cid, va a ganar en la sección Panorama porque al actual director del festival le gusta este tipo de cine.


Lo mejor, en mi opinión, de la jornada, viene de nuevo de parte de Fernand Melgar, quien, con su serie de siete cortos documentales realizado para una televisión suiza Premier jour, muestra de nuevo su humanismo y su capacidad para empatizar tanto con los sujetos protagonistas como con el público. Cada episodio trata sobre el primer día en que una persona hace algo (trabajar, ir a clase, boxear...) y sigue a esa persona sin interactuar con ella, siguiendo la férrea filosofía de trabajo que el autor se ha autoimpuesto, sin concesiones a un esteticismo vacuo. Pese a todo, en Le combat me parece coger a Melgar en un renuncio pues el uso, en un momento del film, de la cámara lenta, no creo que estuviese en su decálogo de parquedad documentalista. En todo caso, un gran descubrimiento.

A partir de mañana voy a tener que compartir mi labor de visionado de películas y crítica con mi trabajo matutino. A ver cómo me las apaño...

domingo, 4 de mayo de 2014

Documenta. Día 4. Comienza "Focus on Directors"

Decido no ir a la clase magistral de Fernand Melgar por la mañana y me quedo en la cama. Mi amigo Sixto Cid me dice que ha estado muy bien. Me arrepiento, pero... en fin... ¡no se puede ir a todo!

Para compensar, empiezo por ver Album de famille (1993), el primer film de Melgar, en el que bucea en su relación con sus padres, en su doble condición de español y suizo, en su decisión de naturalizarse y en la vida del emigrante en Suiza, yendo con sus padres a buscar los lugares de Andalucía donde se habían tomado fotos de jóvenes. La película me encanta. Encuentro en ella algo que no está presente en sus siguientes películas: una faceta estética, de la belleza por la belleza. Magníficos travellings, gran fotografía, música, entrevistas, todo lo que se ha negado a hacer después. Le pregunto por ello en el turno de preguntas y respuestas y dice que, desde su punto de vista, sus películas posteriores son mucho más bonitas que ésta. La película, al igual que las otras de la sesión retrospectiva (y en general todos los coloquios con directores en el festival) crean mucha participación del público, que se interesan por la situación de los emigrantes en Suiza y, en especial, comparan la situación de los inmigrantes en el país alpino con el nuestro.

Fernand Melgar y Laura G. Vaquero durante el coloquio de "Album de famille"

A continuación me dirijo hasta el cine Doré para ver mis dos primeras películas del ciclo Focus on Directors, que empieza hoy y en el que me voy a centrar a partir de ahora: Che strano chiamarsi Federico (Ettore Scola, 2012) y el diario fílmico Outtakes from the Life of a Happy Man, especie de autobiografía fílmica del director lituano-norteamericano Jonas Mekas.

El ciclo parte de una gran idea. Consiste en mostrar documentales recientes sobre algún cineasta destacado junto con las obras clásicas de estos directores. Creo que así, viéndolas juntas, se puede comprender mejor su cine.

De las dos películas, la que más me gusta es Che strano chiamarsi Federico, en la que el director italiano recrea la vida de uno de los más importantes directores de la cinematografía italiana y su amigo íntimo. El modo en que lo hace resulta destacable, ya que no se limita a ser la típica biopic, la típica recreación con actores (algo que, en principio, como he dicho en la crónica de ayer, no me gusta), sino que parte de premisas más complejas. Para empezar, hay dos tipos de recreaciones: unas en blanco y negro con un narrador-fantasma y otras en color ante decorados que se notan falsos, de cartón piedra, como de una Roma recreada en una Cinecittà que deja ver sus costuras. Por otro lado, Scola utiliza imágenes documentales y lo que parecen ser descartes del Casanova de Fellini que le dan mucha más verdad a la cinta, que acaba con un carrusel de fragmentos míticos del director de Rimini,  del que, si bien no he visto toda su filmografía, me doy cuenta de la cantidad de momentos míticos que ha dado al cine y que han quedado en nuestro imaginario colectivo. En definitiva, una película que recomiendo.

De momento, esta edición de DocumentaMadrid está resultando todo un éxito, tanto por la calidad de las películas exhibidas como por la cantidad de público que acude a las sesiones y su participación.

Documenta. Día 3. Guías ciegos

El tercer día del festival veo todas las películas que ponen en la sala grande de Cineteca, la sala Azcona. ¡Cuatro largometrajes! ¡Voy a terminar con dolor de trasero!

En primer lugar veo El rey de Canfranc (José Antonio Blanco y Manuel Piede), que, pese a tratar un tema interesante (la labor de espionaje y resistencia realizada por un funcionario de aduanas francés en la estación internacional de Canfranc) y contar con buenas entrevistas y un buen trabajo de documentación, se cae por el uso de recreaciones ñoñas usadas quizá como transición o, más bien, para rellenar.

Gabor (Sebastián Alfie) narra la odisea de rodar un cortometraje en Bolivia encargado por una ONG que trabaja para curar la ceguera en ese país nada menos que con un director de fotografía... ¡CIEGO! La película logró emocionarme, sobre todo por la especial personalidad de Gábor Bene y lo bien que refleja la relación que se crea entre el director del anuncio (y del largo), el director de fotografía y el resto del equipo.

Esta foto no tiene nada que ver con Documenta ni ninguna de sus películas, pero me gusta y aquí la pongo. ¡Hala!

La sorpresa del día (y mi favorita de momento de todas las que he visto en el festival) la constituye My Name is Salt (Farida Pacha), documental de ritmo pausado que sigue durante una temporada a una familia que se dedica a extraer en un desierto de India la sal más blanca del mundo, antes de que el monzón convierta el desierto en un mar.

Por último, veo Al Awda Ila Hims (Return to Homs) (Talal Derki), reportaje de la guerra de Siria narrado desde dentro de un grupo de manifestantes pacifistas que se ven obligados a convertirse en grupo guerrillero. La película me resulta demasiado escabrosa, si bien la visión que ofrece de un conflicto del que sólo hemos visto la "otra" versión, vale la pena.

Mañana más.

sábado, 3 de mayo de 2014

Documenta. Días 1 y 2. Armstrong y Melgar

Me propongo contar día a día lo que da de sí el festival DocumentaMadrid en este blog. Esta es la crónica de los dos primeros días del certamen: miércoles 30 de abril y jueves 1 de mayo de 2014.

Instantánea capturada el miércoles en la plaza de Legazpi, con Matadero Madrid, sede de Documenta, al fondo

En la sesión inaugural pudimos ver The Armstrong Lie (Alex Gibney, 2013), una película presentada fuera de competencia que me gustó especialmente por mi afición al mundo del ciclismo. Al salir, hablando con otra gente, comprobé que también interesó a gente no aficionado al deporte de las dos ruedas. En ese sentido, me recordó al documental Senna (Asif Kapadia, 2010), que me encantó pese a no tener ni idea de automovilismo. Y es que Gibney combina con maestría partes exclusivamente deportivas realizadas con material propio y de archivo tomado básicamente en etapas del Tour de France con otras de investigación y entrevistas con los implicados en uno de los mayores escándalos del ciclismo profesional, que se saldó con la retirada de los siete títulos consecutivos de Lance Armstrong en la carrera gala más su tercer puesto en 2009.

Por otro lado, el documentalista demostró tener la entereza y honradez suficiente para convertir lo que aparentemente iba a ser un documental laudatorio y favorable al ciclista norteamericano en una denuncia de su uso de sustancias no permitidas y, sobre todo, de sus mentiras, mantenidas durante años, sin importarle hundir a ex compañeros, ex amigos o a todo aquel que se interpusiera en su ascenso imparable hacia el éxito y a lo que él consideraba una cruzada por los supervivientes del cáncer. El director triunfa al mostrarnos las luces y las sombras de este Fausto del siglo XXI, mostrándonos un dilema moral que el ciclista quiso esquivar durante mucho tiempo pero al que al final se tuvo que enfrentar. Un tema en el que tal vez no esté todo dicho y en el que, como en el caso de la cinta británica anteriormente mencionada sobre Senna, las autoridades deportivas también tienen mucho que decir ya que, como nos demuestra Gibney, quizá debieran entonar el mea culpa.

Laura G. Vaquero, organizadora y presentadora de la sección retrospectiva, con el cartel de La Claqueta

En el segundo día me centré en la retrospectiva del director hispano-suizo Fernand Melgar, con el visionado de dos de sus películas con temas muy similares: La forteresse (2008), sobre una casa de acogida para solicitantes de asilo, y Vol spécial (2011), sobre una cárcel en la que los inmigrantes ilegales esperan la deportación a su país. El cine de Melgar, que yo desconocía totalmente, resulta ser de un humanismo, un pulso crítico y una narratividad aplastante, si bien, en mi opinión, un poco plano y descuidado en la técnca (me imagino que no es lo que se pide en este tipo de cine de denuncia). Probablemente los temas de estas dos películas le tocarían muy de cerca al cineasta pues su familia tuvo que huir de España por pertenecer al bando republicano y refugiarse en Tánger, donde él nació

Ambas cintas plantean algo tan básico como que en el país creador de los derechos humanos, Suiza, estos no se cumplen con los inmigrantes ilegales, a los que no se les concede ningún derecho y se les trata peor que a animales, por el mero hecho de buscat una vida mejor en un país que no es en el que nacieron. Durante el debate posterior a la segunda de las películas, miembros del público que aparentemente sabían mucho del tema, afirmaron que, si en Suiza se trata mal a los inmigrantes ilegales, en España están en condiciones mucho peores, lo cual me lleva a la reflexión de que es necesaria una película similar sobre los campos en los que se interna a los inmigrantes ilegales capturados en las fronteras de Ceuta y Melilla y en muchos otros lugares.

El film también me hizo reflexionar acerca de las distintas maneras en las que la gente emigra y por qué sólo se concede permiso de residencia a la gente muy rica o con negocios en el país, trabajadores muy cualificados (pienso en el caso de los profesores universitarios o futbolistas) y luego ya pasamos a los asilados, de los cuales se acoge a uno entre un millón, es cierto, pero al menos tienen más oportunidades que una persona que simplemente quiere quedarse en el país para trabajar y sacar adelante su familia.

jueves, 1 de mayo de 2014

Entrevista exclusiva con Christine Zinn, directora de "The Act of Killing"

Hoy ha comenzado la undécima edición de DocumentaMadrid, festival de documentales de Madrid, con la proyección de The Armstrong Lie (Alex Gibney, 2013), presentada fuera de concurso, y mientras la digiero, para abrir boca presento la entrevista exclusiva que hice el año pasado a una de los tres directores del film ganador de la sección oficial de largometrajes de la pasada edición del festival, por la que mi querido José Manuel Robado de Cine Crítico me pagó pero que nunca publicó. Imagino que nuestro compromiso de exclusividad ya habrá expirado un año más tarde. Como me da pena que el trabajo que hice caiga en saco roto, aquí se la presento, queridos lectores. Espero que les guste.

 “The Act of Killing demuestra el poder de la ficción”


The Act of Killing es una película única. La cinta nos mete en la piel de los auténticos perpetradores de un genocidio gracias a una mezcla muy especial de documental y ficción. También ha sido especial el trato comercial que ha recibido un documental como este en un país como España, donde este tipo de cine no suele llenar salas. Después de haber ganado el premio de la sección oficial de largometrajes de la pasada edición de DocumentaMadrid, The Act of Killing ha sido estrenado en salas comerciales, en las que ha permanecido más de un mes en cartelera y ahora Avalon prepara su edición en DVD.

Christine Cynn es, junto a Joshua Oppenheimer y otra persona que decidió permanecer en el anonimato, la directora del film. En esta entrevista exclusiva para Cine Crítico, la directora nos habla del proceso de filmación de una película sobre la guerra civil indonesia, un conflicto que, pese a haber ocurrido a miles de kilómetros de aquí, resulta tener muchos puntos de conexión con la guerra civil española. La paradoja de la que parte la película es que para denunciar la brutalidad con que una serie de gángsters acabaron con los comunistas en el país recurren a retratar a varios de estos gángsters, en especial a uno de ellos: Anwar Congo, verdadero protagonista de la película, que accede a recrear algunas de sus “hazañas” y a mostrar a la cámara sus métodos de tortura y asesinato.


¿Cómo contactasteis a Anwar Congo?

-Josh y yo llevamos trabajando en Indonesia desde 2001. La idea era hacer un documental sobre los intentos de un grupo de personas de formar un sindicato (The Globalisation Tapes, 2003). Resultó que una de las razones por las que era difícil formar un sindicato en Indonesia era por causa del genocidio de 1965 y para nuestra sorpresa, cuando estábamos ahí, nos dijeron que las víctimas vivían mezcladas con los mismos que perpetraron la matanza, sus tíos, padres y hermanos. Desde ese momento fue una especie de punto de inflexión en el conocimiento de los perpetradores. Fue como una misión que nos enviaron los supervivientes. Nos dijeron: “deberíais ir vosotros y preguntarles” y tenían razón. Los gángsters resultaron ser extremadamente abiertos y para nosotros fue una conmoción extrema, porque nos contaron lo que hicieron con todo detalle y, después de rodar aquella película, sobre todo Josh se volvió obsesionado con encontrar más perpetradores. Siguió la línea de mando y, como resultó que ellos no tienen miedo de hablar de esto, cada persona le ponía en contacto con otras tres o cuatro. Así, Josh conoció y entrevistó a otras 40 personas antes de encontrar a Anwar en 2005. Anwar fue el número 41. En aquel momento ya habíamos rodado bastante a supervivientes y perpetradores: llevábamos un largo proceso.

-Es curioso ver cómo Anwar sufre remordimientos por lo que ha hecho pero, al mismo tiempo, se muestra orgulloso de haber acabado con los comunistas en su país e incluso muestra el modo en que los torturaban y los mataban.

-Sí. Es una contradicción. Anwar vive en una contradicción y no envidio la posición en la que está. Es una contradicción muy dura.

-Mientras estaba viendo la película (en cuya presentación leíste una misiva enviada por una de las montadoras de la cinta, la española Ariadna Fatjó-Vilas, que creo que fue muy pertinente) se me estaba poniendo la carne de gallina al ver lo parecida que fue la guerra en Indonesia a la guerra civil española, según nos cuentan nuestros abuelos.

-Si tienes la suerte de que te hablen de eso, porque mucha gente prefiere olvidar.


-En mi opinión, la gente está empezando a analizar un poco fríamente lo que realmente pasó en la guerra española ahora, tras casi 80 años, así que es probable que en Indonesia aún tarden unos cuantos años más.

-Es difícil predicir cuánto se tardará, pero, desde luego, se han plantado las semillas y ha comenzado el debate. La película ha tenido bastante repercusión en la prensa de Indonesia. Tempo, una de las principales revistas del país, publicó un par de artículos sobre ella y sacó una edición especial a raíz de la película conmemorando las matanzas de 1965. Es muy importante y muy bueno como punto de inicio intentar hablar de esto, porque hasta ahora no se hablaba de este tema, que ahora empieza a recibir discusión pública. La película se ha proyectado mucho en Indonesia por parte de activistas de los derechos humanos. Me parece que en total se ha proyectado más de 300 veces en ese país, que es lo que más nos satisface.

-Una de las cosas que más me gusta de la película es que incluye dudas, contradicciones e incluso su propio proceso de rodaje, como, por ejemplo, cuando los gángsters deciden parar de mostrar cómo torturaban y mataban a los comunistas porque demostraría que no era cierto lo que habían venido diciendo hasta ahora de que los comunistas eran crueles. Hacer la escena como estaba planteada en un principio demostraría que eran ellos mismos los que eran crueles. Algo similar ocurre cuando un ministro indonesio anima a los actores a actuar de un modo despiadado en la recreación de la matanza, para luego decidir hacerlo un poco menos exagerado, al considerar que la primera versión no daba buena imagen a su partido. Todo esto lo vemos nosotros dentro de este trabajo en proceso que es The Act of Killing.

-Sí. Eso es muy importante porque, por un lado, los detalles de la matanza permiten que existan críticas. Hubo un montón de propaganda que puso a los comunistas como los malos y merecedores de castigo que recibieron: asesinatos y muchas reclusiones (un detalle que no se ve en la película: cientos de miles de personas fueron enviados a campos de concentración durante muchos años). Por otro lado, se trata de gente cuyo trabajo era aterrorizar a los demás. Su ganancia consistía en que otra gente les temiera. Ahí está el sentido de cuando el ministro decide volver a rodar de un modo menos sangriento pero dice “no borréis esas imágenes, porque sirven para que se vea que podemos ser incluso peores que eso”. Estaban exactamente midiendo ese tipo de equilibrio: por un lado, tenemos que mostrarnos duros pero, por otro, si parecemos abusadores de derechos humanos va a haber un problema, no un problema legal, porque esos crímenes ya han prescritos, pero un problema de imagen. De eso trata la película, de cómo la gente los ve y cómo ellos maniobran en ese sentido: entre patriotas y asesinos.


-Otro de los aspectos que más me gustó de la película es cómo las dramatizaciones de sucesos reales hacen que los niños lloren y que incluso los mayores se sientan mal, aun sabiendo que se trata simplemente de teatro, como cuando Anwar pregunta al cámara si cree que los que él mató se sintieron tan mal como él cuando fingió su propia muerte y éste le responde que no, que se sintieron mucho peor porque sabían que iban a morir de verdad. La dramatización saca la verdad de la gente y los fantasmas son liberados.

-Sí, es así y precisamente el hecho de que los actores se emocionen y el que algunas partes de nuestra película parecen prácticamente de ficción han llevado a algunos espectadores a pensar que estos personajes estaban encarnados por las víctimas reales, cuando en realidad se trataba de los familiares de los asesinos. Lo realmente interesante es que ese es el poder de la ficción. Y entonces me di cuenta de que algunos espectadores no podían diferenciar entre la víctima real y alguien que hacía de víctima, aunque fuera la esposa o el hijo del propio asesino. En cuanto a Anwar yo no soy él ni soy una psiquiatra, así que no puedo saber lo que está sintiendo, pero creo que se empieza a arrepentir de lo que hizo. Da la sensación como de que al principio aceptó hacer la película por las razones obvias: hacerse famoso, salir en la tele… pero que poco a poco fue reflexionando. Para serte sincera, no sé por qué aceptó tomar parte en la película.

-Werner Herzog figura en los títulos de crédito como productor ejecutivo. ¿Cuál fue su papel en la película?

-Vio una versión inacabada del film y le encantó. Nunca había visto algo así, estaba muy interesado con lo que hacíamos con el documental como formato y decidió que quería apoyarnos y convertirse en co-productor.