jueves, 29 de agosto de 2019

Milagros de santos XVI: el Cristo de la Vega

La siguiente leyenda toledana fue adaptada por José Zorrilla en su obra A buen juez, mejor testigo. Si damos crédito al relato, se trataría de un caso extraordinario, pues en él se dice que en un juicio se aceptó como testigo la intervención milagrosa de una imagen religiosa. ¿Creéis que ocurrió de verdad?

Cuenta la leyenda que había en Toledo dos amantes: Diego Martínez e Inés de Vargas. Diego había de irse a la guerra e Inés le pidió que se casase con ella cuando volviera. En la iglesia del Cristo de la Vega, ante la imagen de Jesús crucificado que le da nombre, Diego juró casarse con ella al cabo de un mes de su regreso de Flandes.


Pasó el tiempo y Diego no regresaba, mientras Inés lo esperaba impaciente. Tres años más tarde, Inés reconoció a Diego al frente de un grupo de caballeros que entraba en Toledo. Salió corriendo en su busca, pero Diego, que contaba con una nueva posición social y había olvidado sus promesas, giró el caballo y renegó de su juramento.

Desesperada, pidió al gobernador de Toledo, don Pedro Ruiz de Alarcón, que intercediera. Al solicitar testigos, Inés se atrevió a presentar uno: la mismísima imagen del Cristo de la Vega. El tribunal en pleno y muchos curiosos acudieron a la iglesia y se arrodillaron ante el Cristo. Tras preguntar el gobernador si había sido testigo del juramento, se oyó un "sí, juro" y los testigos pudieron ver que el Cristo tenía los labios entreabiertos como si hubiera hablado y la mano desclavada y estirada como para posarla en los autos.

Es una bonita leyenda de amor. Y aquí debería venir aquello de "...y fueron felices y comieron perdices", pero no es así. El final de esta historia edificante va por otros derroteros. Y es que los dos amantes, inspirados por el milagroso evento, se retiraron a sendos conventos, donde pasaron el resto de sus días.

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