lunes, 19 de agosto de 2019

"Juha": el triunfo de la simplicidad

Cuando hace unos años salieron The Artist (Michel Hazanavicius, 2011) y Blancanieves (Pablo Berger, 2012), algunos pensamos que se trataba de la primera película en blanco y negro y muda en muchos, muchos años. ¡Qué lástima que Juha (Aki Kaurismäki, 1999), que había salido tan solo una década antes, nos hubiera pasado desapercibida!

Esta película demuestra que lo que te enseñan en las escuelas de cine y de guion no vale para nada. Porque, según ellas, una historia hoy no se puede contar como se hacía en los años 20. Y eso es precisamente a lo que juega este film. Hay algo de esta excesividad en todo el cine de Kaurismäki, pero, en este caso, todo es más exagerado. Se nota que el cineasta ve mucho cine mudo y ha logrado recrear el tipo de actuación y fotografía que se utilizaba entonces con los medios de hoy. Lo mismo puede decirse de la iluminación y de la planificación. Para poner un ejemplo, la primera escena en el bar tiene un inserto de los vasos chocando que no se utiliza hoy y sí en el mudo. Uno de los grandes momentos de la película. La iluminación, en concreto, con esos claroscuros tan pictóricos demuestra el conocimiento de este cineasta del cine expresionista alemán y, sobre todo, la obra de Carl Theodor Dreyer.


La historia, muy esquemática, está basada en una novela del mismo título de Juhani Aho de 1911, sobre una pareja que vive feliz en su mundo rural hasta que llega el tercero en discordia de todo triángulo amoroso, un capitalino que por casualidad entra en este entorno edénico a robarles la paz con sus promesas del lujo y la sofisticación de la ciudad. En manos de Kaurismäki, un argumento tan tenue no resulta en absoluto es aburrido ni ridículo, al contrario, se convierte en algo muy cercano y emocionante. En otras películas del mismo director estamos acostumbrados a ver a los mismos actores, pero sin sobreactuar, haciendo movimientos robóticos al estilo del cine de Bresson. Sin embargo, aquí exageran como si fueran actores de un film mudo, que es realmente lo que es Juha... y funciona.

El filme se articula entorno a dos puntos de giro: el momento en el que Shemeikka (André Wilms) pisa una mariposa y nos damos cuenta de que es malo y un único flash-back de la película, en el que Marja (Kati Outinen) recuerda su boda, que supone el momento en el que se da cuenta de que realmente quería a Juha (Sakari Kuosmanen). Tan solo dos momentos fugaces en una película, corta, eso sí, hacen avanzar una emocionante trama sin caer en lo simplón.

En resumen, se trata de una rareza en la filmografía de uno de los grandes directores de la actualidad y, a la vez, de una gran película que plantea una posible vía para hacer cine que no ha sido muy seguida antes o después de esta cinta.

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