No sé si sabéis lo que es la Biblia de los setenta, también llamada Septuaginta. Resulta que uno de los últimos emperadores de Egipto, Ptolomeo Filadelfo (308-246 a.C.), decidió traducir todos los textos bíblicos escritos en hebreo y arameo al griego. Para empezar, no sé para qué coño quiso hacerlo, pues se supone que los egipcios no creían en el dios de los judíos, pero en fin, sigamos contando...
Para ello contrató a 72 traductores, de ahí el nombre (aunque en realidad se debería llamar la Biblia de los setenta y dos, pero en fin, por redondear...). Pero la idea no era que cada uno tradujera una parte sino que todos tenían que traducir la totalidad. Según la leyenda, cuando acabaron, se comprobó ante el asombro de todos que las 72 traduciones eran ¡exactamente iguales!, lo que se consideró inmediatamente un milagro, pues supuestamente todos los traductores escribieron inspirados por el espíritu divino. Y colorín colorado...
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