martes, 9 de octubre de 2018

Landulfo de Ferrara

El siguiente cuento aparece en uno de mis libros favoritos, el Manuscrito encontrado en Zaragoza, del conde Jan Potocki.

En una ciudad de Italia llamada Ferrara había un joven llamado Landulfo. Hombre libertino y sin religión, tenía escandalizadas a todas las buenas almas que había en el país. Muy dado al trato con las cortesanas, conocía a todas las de Ferrara, pero ninguna le gustaba tanto como Blanca de Rossi, quizá porque superaba en deshonestidad a todas ellas.

Blanca no solamente era una cortesana interesada y depravada. Exigía además que sus amantes hiciesen por ella acciones que los deshonrasen, y así exigió a Landulfo que la condujese todas las noches a su casa para cenar con su madre y hermana. Landulfo fue a ver a su madre y le pidió ese favor como la cosa más natural del mundo. La pobre madre estalló en lágrimas, y le rogó que tuviese en consideración la honra de su hermana. Pero Landulfo fue sordo a sus ruegos, y solamente le prometió guardar lo mejor posible el secreto de aquellas visitas. Y dejando a su madre, fue a casa de Blanca para conducirla a su casa.

La madre y la hermana de Landulfo recibieron a la cortesana mejor de lo que ella merecía. Pero Blanca, viendo la bondad de ambas, se portó insolentemente. Durante la cena no ahorró expresiones demasiado libres y quiso dar lecciones a la hermana de su amante. Finalmente, les dijo que harían bien en marcharse a dormir porque ella deseaba quedarse sola con Landulfo.


Al día siguiente, Blanca contó lo ocurrido a todo el mundo, y durante varios días no se habló de otra cosa en la ciudad. Como era lógico, el rumor llegó también a oídos del tío de Landulfo, Odoardo Zampi, hermano de su madre. Odoardo era un hombre a quien no se ofendía impunemente. Sintiéndose ultrajado en la persona de su hermana, hizo asesinar inmediatamente a la infame Blanca. Cuando Landulfo fue a visitar a su amante, la encontró apuñalada y bañada en sangre. Pronto supo que había sido su tío el autor del crimen, y corrió a su casa para vengarse, pero lo encontró rodeado de los jaques más bravos de la ciudad, que se burlaron de su rencor. No sabiendo hacia quién dirigir su furor, corrió a casa de su madre con la intención de cubrirla de ultrajes. La pobre mujer se hallaba con su hija y se disponía a sentarse a la mesa. Cuando vio entrar a su hijo, le preguntó si Blanca vendría a cenar.

- Ojalá venga -dijo Landulfo- y te lleve al infierno, con tu hermano y toda la familia de los Zampi.

La pobre mujer cayó de rodillas y exclamó:

- Oh, Dios mío, perdona sus blasfemias.

En este instante, se abrió la puerta con ruido, y apareció un pálido espectro, cosido a puñaladas, que conservaba, sin embargo, una semejanza atroz con Blanca.

La madre y la hermana de Landulfo se pusieron a rezar, y Dios les concedió la gracia de poder soportar ese espectáculo sin morir de terror.

El fantasma avanzó lentamente y se sentó a la mesa como para cenar. Landulfo, con un valor que sólo el demonio podía inspirarle, se atrevió a coger un plato y a ofrecérselo. El espectro de Blanca abrió una boca tan grande, que su cabeza pareció partirse en dos, y salió de ella una llama rojiza. Alargó después una mano toda quemada, tomó un trozo de vianda, se lo tragó, oyéndose cómo caía bajo la mesa. Después tragó el resto de la comida, y de nuevo se oyeron caer los trozos al suelo. Cuando el plato quedó vacío, el espectro, mirando a Landulfo con ojos terribles, le dijo:

- Landulfo, cuando yo ceno en casa, también me acuesto en ella. Prepárate, pues, y vámonos al lecho.

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