Antes, cuando a alguien le decía que era de Galicia, me respondía "pues tráeme marisco" o, en su defecto, "tráeme Albariño". Ahora todos me dicen "tráeme farlopa".
Yo, que soy muy inocente, no sabía ni lo que era eso. Y mucho menos para qué servía, pero ante tanta insistencia, yo que soy tan complaciente, quería cumplir con el estereotipo que la gente tenía del gallego, así que primero la probé una vez. Como me lo seguían diciendo, la seguí consumiento y ahora soy un cocainómano, pero no por voluntad propia, sino por complacer a los madrileños.
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