jueves, 31 de mayo de 2012

"Hilo musical": La iniciación sentimental de un “viejoven”


Hilo musical (Alpha Decay), la primera novela del prometedor escritor barcelonés Miqui Otero, nos devuelve a la época en la que vimos por primera vez películas como “Los Goonies” (“The Goonies”, Richard Donner, 1985) o “Cuenta conmigo” (“Stand by Me”, Rob Reiner (1986) o al cine de Steven Spielberg y Robert Zemekis, época y estilo que ha sido rescatada en el cine recientemente, precisamente por dos directores catalanes: Pau Freixas (Héroes, 2010) y Paco Plaza (Cuento de Navidad, 2005, parte de la nunca emitida serie de televisión Películas para no dormir).

Tras leerlo dos veces, puedo decir que se trata de un libro interesante, agridulce, con una estructura narrativa muy sólida (en este sentido se le aprecia la influencia de Eduardo Mendoza) y que cuenta con pasajes trepidantes y mucho humor, además de estar narrado con un lenguaje tan brillante como la moneda de la que se  habla en el libro.


La novela trata varios temas, como la condición del hijo de emigrantes que sólo regresa al terruño de sus ancestros una vez al año o la banalización de la música pop en las últimas décadas, pero los dos asuntos principales del libro son, sin duda, el descubrimiento del amor y la dicotomía viejo-joven, dos conceptos que al fin y al cabo son muy relativos y que dependen del punto de vista del que se trate.

En este aspecto, no me queda muy claro qué es el protagonista de la obra, al que el autor denomina “viejoven”: si se trata un chavalín prematuramente avejentado o, por el contrario, de esta gente cuarentona que se empeña en vestir como si aún tuviese quince años. En todo caso, parece que Otero no deja muy claro este `particular para que podamos hacernos cada uno nuestra propia idea. Sin ir más lejos yo creo que de pequeño era del primer tipo y ahora pertenezco al segundo.

En todo caso, se trata de una novela que hace pasar al lector por un proceso de iniciación: toda una experiencia, lo cual no quiere decir que se trate de un libro denso, sino todo lo contario, de una obra ágil que se lee en dos patadas, sobre todo gracias a la multitud de chistes, juegos de palabras y de lógica y anécdotas (muchas de ellas personales del autor y sus amigos) con las que Miqui Otero salpica su obra.

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