sábado, 16 de abril de 2016

El rastro

¿Qué decir del rastro madrileño? Nos abruma el tema, pese a vivir en este pintoresco barrio, por la presión que ejerce sobre nosotros el que antes hayan escrito sobre él autores tan ilustres como Mesonero Romanos, Gutiérrez Solana, Gómez de la Serna o Barea. Nos tomamos la libertad ante tan insignes plumíferos de escribir un relato impresionista de nuestra visita. Con su permiso, maestros.


Nos acercamos al puesto de un vendedor oriundo de Consuegra (Toledo) que prefiere permanecer en el anonimato: animales disecados, cuadros feos, anticuados y mal conservados, un Buda con una esvástica invertida, platos de cerámica (¿de Talavera?), muebles todos carcomidos, un búho, barómetros, un pirata, una india boliviana con bombín y un niño a la espalda, soldaditos de plomo, llaves, picaportes, compases... forman parte de lo que este chamarilero vende. Todo es feo.

El vendedor nos comenta que lleva toda la vida dedicándose a la compra-venta de artículos antiguos y viejos y que es el oficio que antes de él ha desempeñado su padre. Nos dice que el del rastro madrileño es el único puesto que tiene, o sea, que no va de localidad en localidad ofertando su mercancía: "Este sitio es fijo, lo tenemos en propiedad desde hace ya 30 años. Para nosotros es un buen sitio. Tenemos algún cliente fijo que viene todas las semanas a visitarnos".


"Hay mucha crisis", nos espeta. "Hubo un tiempo en el que estuvo la cosa mejor, pero ya otra vez hay incertidumbre. La gente tiene miedo, también porque no se sabe qué partido va a gobernar. La gente no se decide y sujeta el dinero todo lo que puede".

En cuanto a qué tipo de productos tiene más salida, nos dice que no se puede hacer uno una idea, "porque unas veces es un estilo y otras, otro. Es una incógnita". Nos indica que trabaja el bronce, la cerámica, el cristal, la pintura, el hierro: "un poco de todo". Concluye: "No tenemos otra fuente de ingresos. Si falla, estamos perdidos".


Otro comerciante, Vicente, vende libros y revistas de segunda mano. María de Jerusalén de Jean Raivennes, La humildad coronada de Calderón de la Barca, Novelas de Vicki Baum, Defensa de la hispanidad de Ramiro de Maeztu, la Interviú y la Pirate, son algunos títulos que entresacamos entre muchísimos otros. Preguntado acerca de cómo va el negocio, nos dice que "con crisis pero vamos luchando. Hoy se ha vendido más que el domingo pasado, que nos tuvimos que ir porque con la lluvia se jodió todo".

¿Qué es lo que mejor se vende? "Lo que se vende (buena respuesta). Si algo vale un dineral y nadie lo compra, no es negocio. Esto es la oferta y la demanda".


En cuanto a de dónde consigue el material, nos dice que "de diversos lugares. Me los venden o los saco de casas que me avisan... proveedores que tengo". "Se vende moderno y antiguo. Tiene que llegar la persona adecuada". En cuanto a los precios, nos dice que "hay variedad. Hay libros de un euro y de cien euros".

¿Cuánto ganáis? "Eso no se dice. Se dice el pecado pero no el pecador. Un día te vas sin un pavo y, encima, mojado o todo lo contrario. Depende mucho del material que traigas. Si traes un incurable (sic) que vale 200 o 300 euros, haces el día, sino, no".

Nos desarma especialmente la conclusión de este vendedor ambulante: "Vengo aquí, me busco la vida y ya está".


Si este artículo os ha sabido a poco, os adelantamos que el autor de las fotos, Javier Suárez, y yo, estamos en tratos para realizar algún otro artículo sobre este popular mercadillo de pulgas madrileño. ¿Que de qué se trata? ¡Ah! Sorpresa...

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