lunes, 7 de octubre de 2013

"Lo sceicco bianco": Fellini y la duda de la pureza femenina

El madrileño Círculo de Bellas Artes propone el estimulante ciclo Opera Prima, en el que nos muestra las primeras películas dirigidos por algunos de los que más tarde se convertirían en algunos de los cineastas más grandes de todos los tiempos: Federico Fellini, Roman Polanski, Francis Ford Coppola, Michelangelo Antonioni, Martin Scorsese, los hermanos Coen, Steven Sodenbergh, Mario Monicelli y Steno y Charles Laughton (en este caso su primera película y también la última, puesto que es la única que dirigió). En estas cintas, a menudo titubeantes intentos de entrar en el cine comercial, resulta interesante descubrir los temas y obsesiones que posteriormente va a tratar el director en su cine más personal, así como esclarecedores si bien balbucientes intentos de encontrar un estilo, una estética propia.

En primer lugar, del ciclo llama la atención la selección de películas. Nada que objetar a la selección de directores, pero es curioso observar que, de sus filmografías, han descartado no solo los cortometrajes o mediometrajes realizados por estos directores sino también las películas que dirigieron a medias con otro cineasta e, incluso, en el caso de Francis Ford Coppola, se ignora (aparte de un re-montaje de una película soviética) su primer largometraje como director en exclusiva: el western Tonight for Sure (1962).


Dentro del ciclo, ayer vi Lo sceicco bianco (El jeque blanco, 1952), el primer largometraje dirigido a solas por Federico Fellini. Lo primero que me sorprendió fue descubrir que el planteamiento de la película es el mismo que el de una de las historias de la muy posterior To Rome with Love (2012) de Woody Allen, quien nunca ha negado su pasión por el director italiano, quizá el director que le haya influido más y al que más ha tratado de copiar si exceptuamos al sueco Ingmar Bergman.

Como decía antes, en el filme se observan numerosos tics y amagos de lo que serán las constantes del posterior cine de Fellini, como su gusto por contar historias sobre el propio cine, la observación de los rostros de los personajes secundarios (también típica del cine de Rossellini y Pasolini), la importancia de la familia en la socidad italiana...

En cuanto a la lectura moral de la cinta, nos habla (al igual que la versión de Allen) de una recién casada esposa que sueña con vivir un romance de fotonovela pero que finalmente se da cuenta de que la realidad es más segura que la ficción (lo que nos recuerda a otra de las grandes cintas del judío neoyorquino de gafas: The Purple Rose of Cairo), pero en la última secuencia, cuando la joven esposa asegura a su marido de que sigue siendo pura y el hombre suspira aliviado, nos queda la duda de qué hubiera pasado de no haberse encontrado con la esposa del jeque blanco que interpreta magníficamente Alberto Sordi

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