martes, 17 de septiembre de 2013

Viaje por la Nacional VI de la mano de Pela del Álamo

El lunes que viene haremos un viaje al pasado, a la infancia y a la nostalgia de espacios ya intransitados, con N-VI (2012, 86') del director gallego Pela del Álamo. Se trata de un largometraje documental en el que no es ya la arquitectura inhumana la que muestra la soledad del ser humano actual, como en el caso del cine de Michelangelo Antonioni, sino una ingeniería deshumanizada, si es que en algún momento existió una ingeniería de tamaño humano. La sesión contará con la presencia del director, que amablemente ha accedido a contestar las preguntas que los asistentes tengan a bien plantearle, y antes del largometraje nos presentará uno de sus cortos favoritos: El biatlon (Dwubój klasyczny, 1978, 10') del director polaco Bodgan Dziworski.

Datos de la proyección:

Lugar: Bar La Esencia. Calle Esperanza 8. Lavapiés. Madrid.
Fecha: lunes 23/09/2013.
Hora: 19:00.
Entrada gratuita.

Por causas de fuerza mayor probablemente me pierda el principio de la sesión pero en mi lugar estará presentando un habitual del cine-fórum de La Esencia, Daniel Ramírez (Heredia), que hará las veces de maestro de ceremonias.

Cartel de la película

Sinopsis de N-VI: Antes viajábamos por carreteras que atravesaban lugares habitados. Hoy, aquellas carreteras han sido sustituidas por autopistas aisladas del paisaje que atraviesan. Durante mucho tiempo, la N-VI fue una de las carreteras más importantes de España. Unía Madrid con Galicia a lo largo de 600 km. Ahora la autovía A-6 cubre todo el trayecto. Algunos tramos de la vieja N-VI han desaparecido, otros han quedado casi abandonados, como islas a la deriva, kilómetros de asfalto que empiezan y terminan en ninguna parte, y con ellos las aldeas y pueblos que atravesaban. Lugares de paso donde aparentemente ya no ocurre nada. En los márgenes de aquella carretera, permanecen sus habitantes, cuyas vidas han quedado encalladas en un presente sin demasiado futuro, desconectadas entre sí, como compartimentos estancos en los que cada uno dialoga a su manera con el paso del tiempo.

Premios: premio del público al mejor largometraje y mención especial en el festival Alcances 2012 de Cádiz, mejor largometraje en Extrema'doc 2012 de Cáceres, premio Cineasta de futuro en la muestra de cine europeo de Lanzarote 2012, mención especial del jurado en el Festival de Cine Español al Margen 2013 de Madrid y nominada a la mejor dirección en los premios Mestre Mateo 2013.

Pela del Álamo

El director ha escrito la siguiente declaración sobre la película:

Nací en Madrid y cuando tenía 4 años mi familia se trasladó a Galicia. Desde entonces, he pasado toda la vida viajando en coche entre estos dos puntos. Hace 30 años el viaje por la N-VI llevaba un día entero. Hoy, a través de la nueva autopista, solo se tarda cinco horas. Pero ese cambio no ocurrió de golpe, fue paulatino. Según iban construyendo tramos nuevos de autovía, conducíamos menos kilómetros por la carretera vieja. Y en algún momento, sin darnos cuenta, el viaje ya transcurría entero por la autovía. Habíamos dejado atrás una forma de viajar y de relacionarnos con el entorno sin apenas ser conscientes. Aquel cambio, aunque nos acercó al destino, nos alejó del paisaje de aquellos viajes de mi infancia.

Hace un tiempo, me encargaron un trabajo sobre los viaductos de la nueva autovía A-6. Al fotografiarlos desde lo alto de una montaña, reparé en que la antigua carretera seguía allí, olvidada y sinuosa, perfectamente acoplada a la ladera. En cambio, la inmensa autovía atravesaba el valle en una insolente línea recta, como podría atravesar cualquier otro territorio. Esa imagen fue la que me hizo tomar conciencia del cambio, y por primera vez pensé en todo lo que habíamos dejado atrás. Algo me chirrió en esa forma que tenemos de vivir, tan automática, como pasando por encima de todo.

Siempre he pensado que el paisaje no sólo concierne a quien lo habita, sino también a quien lo transita. Precisamente, durante el viaje, al contemplarlo una y otra vez desde la ventanilla del coche, proyectamos nuestros pensamientos y ensoñaciones en él y, con el tiempo, ese paisaje termina siendo parte de nuestro universo interior. Siempre me he sentido muy vinculado a todos esos lugares que atraviesa la carretera, paisajes que me sabía de memoria aunque apenas me detenía en ellos. De alguna manera, la N-VI es de los pocos lugares que han compensado el desarraigo en el que crecí: nací en un lugar donde nunca habité, mis primeros recuerdos son de una ciudad a la que nunca volví y finalmente crecí en otra ciudad que durante muchos años sentí ajena. La N-VI unía esas ciudades, y los viajes por ella son de los pocos lugares que recuerdo como inherentes a mi familia. Un lugar propio, identitario. Por eso sentí el impulso de volver.
En un gesto ingenuo inicié ese “viaje de vuelta” tratando de recuperar un tiempo perdido, buscando las huellas de mi pasado. Pensaba que sería una especie de viaje iniciático que me acercaría a mis raíces, o algo así. Pretendía hacer una película sobre mi vuelta a esta carretera, impulsado por ese paisaje que me evocaba la infancia. Y así empecé a hacer kilómetros, cautivado por esas reminiscencias de vacaciones y de emociones de otro tiempo, intrigado por el re-descubrimiento de aquellos lugares que ya casi se habían desvanecido en mi memoria… Pero al poco aquellas motivaciones se fueron extinguiendo al constatar que las personas con las que me iba encontrando eran desconocidos que no tenían nada que ver con mis recuerdos ni con mi vivencia pasada y mucho menos con mis raíces. Sin embargo, su testimonio y sus rutinas me abrieron un nuevo camino. Todos tenían un denominador común, el cambio de la carretera por la autovía había condicionado sus vidas, aunque a cada uno le había marcado de forma distinta. De algún modo, esas personas eran la carretera, ellos y su paisaje eran lo mismo. Se fundían en la coexistencia. Respiraban juntos. Una carretera jubilada habitada por jubilados. Yo y mis recuerdos nos fuimos diluyendo del proyecto para centrarme en filmar a todas esas personas mayores, algunas ya ancianas, e intentar recuperar su pasado sin abandonar su presente. Sobre ese equilibrio debía construir su relación con el paisaje que habitaban y mi propia mirada sobre la carretera. Así fue como, a través de ellos, empecé a encontrar un sentido al impulso que me había llevado a hacer este viaje, y volví a la idea de que tanto los que transitamos el paisaje como los que lo habitan somos parte de un todo, un todo que se transforma constantemente. Los lugares quedan marcados por la acción de las personas que los han habitado, eso les da un carácter, una identidad, una memoria por tanto. Pero esa identidad es frágil, temporal, mutable. El recuerdo nostálgico de la identidad del paisaje suele ser una construcción artificial en nuestra mente para aferrarnos al pasado y, casi siempre, cuando llegamos a un lugar tras mucho tiempo sin visitarlo, existe una diferencia obvia entre la imagen que guardamos de él y su evolución real. Y fue precisamente ese contraste entre el recuerdo mitificado de la carretera de mi infancia y la realidad que me encontré al filmarla lo que hizo que dejara a un lado mi reencuentro con esos espacios y que centrase mi mirada en los habitantes de la carretera.


N-VI es un viaje por una carretera que ahora se borra del mapa. Un viaje al encuentro de los que han quedado atrás, habitantes de una tierra en olvido que conviven con la resistencia y la aceptación. Un viaje que indaga en la estrecha relación entre las personas y el territorio que habitan, ese es el objeto de esta película. La carretera funciona como un hilo conductor, un eje que atraviesa esos terrains vagues; lugares intermedios que tenían un uso que ya no tienen; paisajes acondicionados por el hombre y abandonados a su suerte por él mismo.

Cuando se transforma un paisaje desaparece una forma de vida, una forma de entender el mundo, y ese lugar acaba convirtiéndose en un paisaje nuevo. Esto es lo que me enseñó mi viaje por la N-VI. En toda transformación hay una pérdida, pero también una ganancia: la permanencia de la propia forma de vivir, de lo genuino, la esencia que te hace ser como eres y, al mismo tiempo, aceptar vivir con la ausencia para seguir avanzando.

Antes de ver N-VI, Pela del Álamo nos presentará uno de sus cortometrajes favoritosEl biatlon (Dwubój klasyczny) de Bodgan Dziworski (1978).

Un fotograma del corto

Premios: Telluride 1981, Colorado 1981, Trento 1980, Sportowych Tarnów 1980.

Sobre Bogdan Dziworski (Lodz, Polonia, 1941): realizador, director de fotografía, guionista y fotógrafo de reconocido prestigio, es uno de los representantes más destacados del cine experimental polaco. Sus películas documentales, creadas en su mayoría entre los años 70 y 80, se mueven entre la realidad y el realismo mágico. Testigo silencioso de la lucha y las emociones humanas, Dziworski retrata con el mismo respeto e interés, tanto al hombre en el primer plano como al fondo. Su particular uso del sonido, la asombrosa belleza y expresividad de sus imágenes y la ausencia total de diálogos son elementos comunes a todas sus obras en las que se pueden encontrar temas recurrentes; el circo, el mundo del deporte y la lucha por la superación son algunos de ellos.

Ficha de N-VI en filmaffinity: http://www.filmaffinity.com/es/film524013.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario