¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que un suceso pueda adquirir la etiqueta de "recuerdo"? Lo digo porque lo que hoy voy a poner en esta sección acaeció hace tan solo un par de días.
El sábado fue la apertura del cine fórum que organizo en La Tabacalera, en la glorieta de Embajadores, y utilizamos unas lámparas. El domingo decidí traer una a la casa donde me estoy quedando, en Sol. No sé si conocéis Madrid, pero para ir desde Embajadores hasta Sol hay que pasar por la plaza de Jacinto Benavente, donde hay un comedor social y suele merodear toda suerte de individuos de baja estofa. En fin, que estoy yo esperando en el semáforo con la lámpara al hombro, cuando noto un poco de presión en la lámpara. Miro para atrás y había un individuo tocando la lámpara. Al mirar yo, va y me dice:
- Es que tienes esto roto.
Justo en ese momento se puso el semáforo en verde, así que decidí comprobar el estado de la lámpara del otro lado, cuando otros transeúntes me informan:
- Te ha robado una bombilla.
- Te ha robado una bombilla.
¡También qué cabrones! En vez de decirle que no lo haga, le dejan y luego me lo cuentan a mí.
Total, que miro para atrás y el individuo en cuestión había desaparecido. Me quedé con un palmo de narices.
Pero la historia no acaba aquí. Resulta que en casa dormí una pequeña siesta y luego había quedado con un amigo en Lavapiés. Para ir hasta ahí tenía que pasar de nuevo por Jacinto Benavente y se me ocurrió mirar enfrente del comedor social y ahí estaba la bombilla. El tipo (no recordaba su cara, pero tenía que ser el mismo) estaba sentado en la barandilla del garaje subterráneo, hablando con otra persona, y la bombilla estaba entre los dos. ¡Mi bombilla! Ni corto ni perezoso, alargué la mano, la cogí y me largué, ante la cara de estupefacción de las dos personas, no sin antes decirle al que creo que me la había robado:
- ¡Vete a tomar por el culo!
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