Un turista de vacaciones a un país tercermundista pero a la vez muy turístico. Va a una fábrica, por ejemplo de hamacas, y aunque los operarios están trabajando como negros, al verte empiezan a hacerlo despacio y a sonreír, como si tal cosa. Están entrenados para ello. Lo contario perjudicaría al negocio, porque al turista no le gusta ver gente explotada y no compraría. En cuanto el turista se va, el capataz vuelve a chistar el látigo y regresa la normalidad: todos de nuevo vuelven a trabajar a lo bestia.
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