Recientemente estuve con mi novia en Santiago de Compostela. Como sabéis, ahí no hay mucho que ver, aparte de la catedral y muchos monasterios e iglesias. Pues para aprovechar el tiempo, ya que estábamos ahí, fuimos a varias visitas guiadas. En algunas de ellas nos hablaban de vidas de santos y, la verdad, os recomiendo a todos que vayáis si os queréis reír un rato. Por ejemplo, en uno de esos tours nos enteramos de que San Benito hizo un milagro que consistió en derribar un templo pagano. Como el ISIS, vamos. Es un milagro de arrebatao, vamos, de que le da al santo el punto y se carga algo, como cuando Cristo secó la higuera, caso que ya he comentado en otro monólogo. Nada creativo ni positivo. Destrucción pura.
Y luego están los milagros de Santiago, que son demenciales. Resulta que el tipo este, tras la muerte de Jesús y con los medios que había en esos tiempos, le dio tiempo a venir a predicar a España y volverse para morir en Tierra Santa y, lo que ya es de traca, lo trajeron sus discípulos, en una barca ¡DE PIEDRA! Pero, vamos, lo más flipante es que todo esto aparece en unos rótulos en el museo de la catedral. En otros sitios ponían "Según la leyenda", pero ahí nada, ¡hala! ¡Ni que fuéramos todos imbéciles! Que esa es otra, porque me flipa que si buscas una de estas leyendas o historias milagrosas en la Wikipedia en inglés, vienen mucho más matizadas, pero en la de español dan por hecho que fueron verdad, no un cuento chino para dominar a las masas.
Pero la cosa no queda ahí. Resulta que, siempre de acuerdo con la leyenda, Santiago vio a la Virgen cuando estuvo en Zaragoza predicando la palabra de Dios. Por aquel entonces todavía estaba ella viva y no la vio como una aparición, no: la vio, como dicen ellos, en "carne mortal", o sea, en 3D, pero no como un holograma, no. No sé si había viajado hasta ahí en Ryanair o había hecho un salto espacio-temporal, lo cierto es que echaron una parrafada ahí. Está de más decir que se le apareció la Virgen en un Pilar, pero eso ya es otra historia.
Pero lo más gracioso es lo del sepulcro del apóstol. No sé si alguien ha estado ahí o sabe la historia, pero es descacharrante. Resulta que el obispo de Iria Flavia, llamado Teodomiro, vio una luz en medio de un campo y llamó al rey Alfonso II (inventor de la primera ruta turística de la historia: el camino de Santiago) para decir que había visto una luz y que casi, casi seguro que se trataba de la tumba del apóstol Santiago, que habían depositado ahí dos discípulos llamados Atanasio y Teodoro. Os recuerdo, por si no os habíais dado cuenta, que estamos hablando de los siglos IX, o sea que tras ochocientos años, se encuentran ahí unos huesos y saben de buena tinta que eran del apóstol, sin autopsia ni nada. Pero más tela tiene todavía que resulta que ante un inminente ataque de los piratas ingleses, en el siglo XVI, se había escondido el famoso sepulcro y, con el paso del tiempo, se había olvidado dónde estaba. Pues bien, un sacerdote llamado Antonio López Ferreiro se puso a buscar y a rebuscar y no paró hasta que encontró en algún remoto y escondido rincón de la catedral algunos huesos. Estoy hablando ya del siglo XIX. Por entonces ya había autopsias y todo eso, así que llamaron a algunos expertos y dijeron que eran huesos muy antiguos y de tres varones, así que nuestro querido Antonio sumó dos más dos o, mejor dicho, dos más uno, y dijo "¡Estos son los restos del apóstol y de sus discípulos Atanasio y Teodoro!". Y se quedó tan ancho.
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