lunes, 12 de septiembre de 2016

Recuerdo: ¿Qué? ¿Nos hacemos unas pajillas?

Para contar esta historia tengo que empezar por explicar quién era un compañero de clase de la universidad: el Travol. Lo de Travol era por John Travolta y se lo puso David porque decía que iba de chulito. A mí, más que chulito, me parecía un poco corto, aparte de ser muy pero muy de pueblo. Sus comentarios en clase, tanto en alto como en petit comité, dejaban claro que al chico le faltaba un hervor. La cosa es que él se sentaba en la misma parte de la clase que nosotros y salía con nosotros, pero todo el mundo pensaba que era amigo del otro y nadie se atrevía a criticarlo porque pensaban que era amigo de algún otro del grupo. La liebre saltó cuando uno se atrevió a decir:

- Oye, no te ofendas, pero tu amigo es un poco raro.
- Si no es mi amigo, yo pensaba que era amigo de Dani.
- Pues yo pensaba que era amigo de Pablo - dice Dani.

...y así sucesivamente.

Total, que en realidad no era amigo de nadie, así que (las cosas como son, he de decir la verdad) lo fuimos dejando un poco de lado, para su esperado cabreo.

La cuestión es que el último día de clase de primero de carrera decidimos irnos de cañas a la salida del último examen y pensamos que, por los viejos tiempos, debíamos invitarlo. Así se hizo. Fuimos a la zona de Van Dyck, una zona de tapas y cañas muy chula de Salamanca.

Miguel, de Valladolid, se empeñó en que teníamos que beber la cerveza y comer la tapa muy rápido. No sé si será una costumbre castellana. Lo cierto es que al cabo de un rato teníamos todos una mierda que no veíamos, así que decidimos relajarnos un poco tomando un café en una cafetería. Al cabo de un rato surgió la conversación que era de esperar. Estábamos un grupo de unos ocho o diez chicos y chicas y empezamos a hablar de nuestras primeras experiencias sexuales, de cómo descubrimos la masturbación, etcétera, etcétera. El caso es que el Travol nos suelta:

- Sí, como cuando teníamos unos catorce o quince años y nos poníamos todos en corro y cada uno se la cascaba al de al lado.

Y nos quedamos todos callados. Al cabo de un rato responde uno todo cortado en plan:

- Ejem, yo y mis amigos no hacíamos eso.
- Nosotros tampoco...
- Nosotros tampoco...

Y Travol se encogió de hombros y le entró una risilla floja.

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