Emilio Vázquez, "Milucho" |
Milucho: ¡Entrevista exclusiva! ¡La primera que me hacen! bueno creo que me habían hecho una en el 87.
Jesús de la Vega: ¿Cómo nació la sala Avenida?
M: El negocio lo abrió mi padre en el 68, en lo que ahora es el bajo del edificio. Era una sala de fiestas. Yo acababa de nacer y estuvo así hasta el 79. Luego vino el boom de las discotecas y se hizo la primera transformación. Se llamaba Discoteca Blanca 6. Duró hasta el 82. En aquel entonces la población de la zona empezó a bajar bastante y dejamos la mitad interior del local como disco-bar y montamos un bar en la parte exterior. Me acuerdo que de pequeno de junio a septiembre mis padres no abrían el "baile" (como le llamaban) porque había fiestas en todas las aldeas (ya sabéis cómo es la dispersión poblacional en Galicia), que eran gratis, mientras que para entrar en la discoteca había que pagar. Desde 1982 hasta el 90 y tantos quedó medio disco-pub y medio bar, como he dicho. A partir del 94 ya regentaba yo el disco-bar con mis padres. A partir del 96 empezaron a venir Castor y Rulos y empezamos a traer bandas de Lugo, como The Groovefathers. Como teníamos licencia de sala de fiestas, podía hacer conciertos y me parecía una pena desaprovechar esa oportunidad, pues tenía amigos en grupetes.
J.V.: ¿Se gana mucho en este negocio?
M: Los "cartos" (dinero en gallego) siempre han sido inexistentes... incluso ahora. No se trata del éxito económico, sino de organizar un evento para que la gente salga, se reúna y haga algo fuera de lo común.
J.V.: ¿Qué tipo de conciertos organizas?
M.: Traemos a gente de Lugo, Chantada, Santiago, Portugal e incluso acabamos de traer a un cubano, Jorgito Camancola, que se movía mucho con la gente del entorno de Javier Krahe y le hizo un homenaje. Traemos grupos modestos con repertorio propio no virtuosos que hacen tributos a grandes bandas. Desde estas líneas quiero dar las gracias a Rulos, que me ayudó mucho con los grupos, con la música. Ahora tenemos más facilidades. Antes teníamos que ir buscando al público y a las bandas una a una y hoy en día los grupos nos llaman porque quedan contentos y unos avisan a otros. Es algo modesto, no cobramos entrada, tiramos de la barra. La sala Avenida está en la zona rural, en el interior de Lugo. Estamos rodeados de lobos. No es como en la costa. Aquí un refresco cuesta dos euros; una copa, cinco. Yo, que voy mucho a conciertos y festivales, veo cómo clavan a la gente. Incluso si alguien no quiere consumir, no pasa nada. Lo que me interesa es que esté la sala llena y no sea "pachangada". De pequeño, veía los grupos, que venían a mi casa. Me dejaban hurgarles en los instrumentos y a mí me gustaría que eso siguiera como lo hacían mis padres, que a su nivel siempre fueron muy amantes de la música y es algo que me gusta hacer aunque pierda "cartos", que antes ocurría más veces, pero ya cada vez ocurre menos. A mí me dicen que soy muy pesado haciendo promoción y poniendo carteles, pero la persistencia da resultado en todo, hasta para fregar. Cuanto más insistas, mejor te saldrán las cosas. Hay que estar ahí, no bajar la guardia; al contrario, ir a mejor. El mes pasado hubo tres eventos, con cinco grupos en total. Mantener este nivel, traer 40-60 personas a un pueblo pequeño como Escairón, resulta difícil. Incluso en ciudades más grandes. Me gusta todo tipo de música: folk, rock, blues, jazz, hip hop, underground, música electrónica. He escuchado de todo en la vida y aprecio todo lo que es bueno. He traído a gente original, como un grupo valenciano que se llama Betunizer, que son increíbles, tienen un ritmo escalonado, sincopado, que nunca había escuchado antes, con voces llevadas hasta el máximo, otras veces bajas. Hacen como un hardcore melodico pero muy original, que cuando lo escuchas dices "esto tiene algo".
J.V.: ¿Cuáles han sido algunos momentos álgidos de la historia de la Sala Avenida?
M: El primer festival que hicimos en la calle, en el que estuvieron Holywater y Cats and Monkeys, que es una funk big band con una cantante increíble que se llama Noe. En 2014 repetí exactamente el mismo cartel que tenían en la Sala Capitol de Santiago. Solo que en Santiago cobraban 20 euros de entrada y aquí fue gratuito. Cada año vamos a mejor. El año pasdo tuvimos a Meneo, que estuvo en el Sonar y es bastante conocido. Hace música con una Game Boy. Como hombre-orquesta no tiene precio.
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