miércoles, 11 de junio de 2014

Crítica de "Snowpiercer"

El texto que publico a continuación fue la primera tarea del taller de crítica cinematográfica de la ECAM y la revista Caimán. Cuadernos de Cine, dirigido por Juanma Ruiz y Jara Yáñez, en el que estoy tomando parte. Lo publico incorporando las sugerencias de los tutores y también de Carlos Escolano. Gracias a los tres.

A toda máquina hacia ninguna parte

Siempre es de agradecer una buena película de ciencia-ficción. Y Rompenieves (Snowpiercer), dirigida por el coreano Joon-ho Bong (Memories of Murder, The Host), lo es. La trama, basada en el cómic francés Le transperceneige (creado por Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette), es sencilla: en un futuro cercano la tierra está cubierta de nieve. Tras la catástrofe tan sólo logran salvar la vida los pasajeros de un tren que no puede parar y que recorre todo el mundo a gran velocidad en un continuo bucle. Los viajeros “de tercera clase” son maltratados por las fuerzas de seguridad de este pequeño estado carcelario hasta que los miserables, liderados por Curtis (Chris Evans), deciden hacer la revolución y tratar de acceder, con la ayuda de un experto en seguridad drogadicto (Kang-ho Song), a los vagones de cabeza, donde se encuentran los ricos y poderosos y, en especial, el ideador de todo el tinglado, Wilford (Ed Harris), una especie de mago de Oz al que es dificilísimo acceder, pues no se mezcla con la “chusma”.

Cartel de la película

Lo primero que llama la atención de esta coproducción coreano-británico-estadounidense, pese a lo novedoso de su aspecto visual, es su deuda con películas que ya son clásicos del género (The Time Machine, Logan’s Run, Mad Max, Dark City, Matrix) y el hecho de contar en el reparto con John Hurt (1984 de Michael Radford) así lo demuestra.

Estas pistas nos llevan directamente a lo que quizá sea lo más interesante y llamativo de la película: su mensaje político-social, cuya lectura es clara. Estamos en un mundo en el que siempre ha habido (¿habrá?) clases sociales diferenciadas. Si, llegado el caso de revolución, un líder de las clases bajas tuviera tanto apoyo popular que lograra acercarse al auténtico poder, esto probablemente no sería visto como una subversión de las leyes eternas de las clases dentro del tren (metáfora de la sociedad actual), sino tan sólo como un mal menor, un pequeño cambio en el statu quo que hay que aceptar. El establishment lo aceptaría y ofrecería esa persona tentaciones que harían que abandonase la gente por la que inicialmente luchaba ¿Les suena familiar?

Los miserables

La fotografía de Kyung-pyo Hong, con momentos de gran belleza plástica, nos ayuda a descifrar el sentido más profundo de la película. Así, cuando los revolucionarios van pasando de un vagón a otro, en busca de la cabeza del tren sin saber con qué se van a encontrar, el diseño de la iluminación de cada vagón está planteada con un tipo de luz diferente, pasando de la oscuridad más absoluta en la que viven los desposeídos hasta la claridad total de los vagones de frente y, en especial, de la locomotora.

Por otra parte, el hecho de que haya un infiltrado del poder entre las clases bajas hace pensar en la situación política mundial actual y recuerda a una película reciente en la que también se planteaba esta situación: Promised Land de Gus Van Sant.

Portada de la edición española del cómic, editada por Bang

La tesis de la película es que prácticamente nada puede con el sistema establecido, capaz de regurgitarlo y de reciclarlo todo, a no ser que se lo destruya por completo. En este caso, sólo en la fría nieve, viviendo como ermitaño, fuera de la sociedad, podrá el ser humano volver a ser eso, humano. ¿Quién se atreve a bajarse en marcha?

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