El escritor francés Alain René Lesage (1668-1747), autor de uno de mis libros favoritos, las Aventuras de Gil Blas de Santillana (1715-1735), debió de ser todo un carácter. Aunque se sabe poco de su vida, al parecer era una persona muy independiente que rechazaba el mecenazgo de los nobles, tan imprescindible en aquellos tiempos para que un artista sobreviviera.
De acuerdo con un relato, la duquesa de Bouillon le invitó en una ocasión a leer un manuscrito, costumbre muy de la época. La hora convenida era el mediodía, pero el literato a esa hora estaba enfrascado en asuntos legales que lo retuvieron hasta la una de la tarde. Cuando finalmente apareció en el Hôtel de Bouillon y trató de disculparse, la duquesa, fría y distante, le regañó porque sus invitados habían perdido una hora esperando por su llegada. "Eso es fácil de arreglar, señora",
replicó Lesage, "no leeré mi comedia y así ustedes ganarán dos horas". Dicho eso, abandonó la mansión y nadie fue capaz de convencerlo nunca más de que entrara en la casa de la duquesa
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