Cuando trabajaba en la sección de Local del diario El Progreso de Lugo, uno de nuestros cometidos era encontrar un reportaje con gancho para la última pagina del periódico. Una amiga, Maria Yáñez, me dijo que unos amigos suyos de la facultad de Santiago habían hecho un cortometraje en plan de coña y lo habían presentado a uno de los festivales de cine experimental más importantes de Nueva York y ¡¡¡los habían admitido!!! Se trataba de los posteriormente famosetes (en el ambito gallego) humoristas Tomás Lijó y Carlos Meixide, Os da Ría.
Por fortuna, iban a estar en un par de días en Lugo para presentar el corto en un festival universitario y en
el diario no dudamos un segundo en hacerles una entrevista para la última. Yo fui el encargado, y decidí mantener el tono del corto, es decir, hacerla en
plan de coña marinera.
El corto, grabado en su integridad en la Costa de la Muerte gallega y en el que la madre de Meixide se había ocupado del catering de todo el equipo, era un despropósito. En la entrevista me dijeron que probablemente les eligieron solamente por un plano en el que salía la típica paisaniña gallega con pañuelo negro recorriendo una calle, primero marcha adelante y luego marcha atrás, con un subtítulo que ponía "Esto es un homenaje bidireccional a Andy Warhol". La foto para la última se les tomó delante de la máquina tragaperras del bar en el que tuvo lugar el estreno lucense de la magna obra. Siguiendo la línea de cachondeo que imperó en el encuentro, se me ocurró titular el reportaje: "Y sonó la flauta...", utilizando la moraleja de la fábula de Iriarte para indicar que habían sido seleccionados para el prestigioso certamen fílmico de pura chiripa.
Hasta ahí la historia del momento. Pero eso no fue todo, porque semanas más tarde, María me contó que Os da Ría, supuestamente tan humorosos ellos, no habían quedado en absoluto satisfechos con su entrevista ni con la publicidad que eso les había reportado. Supongo que, en el fondo, tenían su ego de artistillas, esperaban un reportaje elogioso, rendido a sus pies y encontrarse con la horma de sus zapatos no les hizo ninguna gracia.
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