sábado, 27 de diciembre de 2014

¿Quién dijo injusto?

Los que me conocen saben que, en mis gustos e intereses, soy una persona que voy saltando de una cosa a otra, pero cuando me da por algo, me da fuerte. Y últimamente me he interesado por películas que tratan el tema de la memoria. De entre los varios cineastas que abordan este tema que conozco, dos me han calado muy hondo por la profundidad de su pensamiento y por cómo investigan en la verdad histórica a través del medio audiovisual: Marcel Ophuls y Claude Lanzmann, dos auténticos pioneros en pensar por medio de la imagen y el sonido.

En esta entrada del blog voy a hablar brevemente sobre el segundo de ellos. Tras ver su documental sobre el holocausto judío en la Segunda Guerra Mundial Shoah (1985), me llamaron la atención especialmente tres cosas: en primer lugar, el sagaz y sutil modo de conseguir información que tiene el Lanzmann, que deja hablar largo y tendido a los entrevistados y sólo tras dejarles explayarse y ganarse su respeto, lleva poco a poco la entrevista hacia donde él le interesa.


En segundo lugar, la gran cantidad de material que desechó al cineasta de las sesiones de grabación para esta ya de por sí larguísimo (diez horas) documental, hasta el punto de que prácticamente todas las películas que ha realizado con posterioridad usan como materia prima el metraje rodado para Shoah. Es como si ese material le hubiese bastado a Lanzmann para hacer toda su carrera de cineasta, al igual que un solo viaje le dio a Darwin todos los datos para desarrollar su compleja teoría de la evolución.

Y por último, me llama la atención, en alguien que va tan al fondo de las cuestiones, el doble rasero que usa el cineasta para juzgar a todo el pueblo polaco en general (al que acusa de colaborar con los nazis o, como mínimo, no hacer nada ante las injustas situaciones que contemplaban día tras día ante sus propios ojos) y a los propios judíos colaboracionistas, que eran los que servían como gancho para que los demás accedieran a las cámaras de gas, como varios de ellos mismos admiten frente a la cámara, y que son los que sobrevivieron y los que Lanzmann entrevista. Curiosamente, los presenta como héroes.


Esta situación paradójica, que ya se me planteó cuando vi la monumental Shoah, se me presenta ahora con más fuerza tras ver Le dernier des injustes (El último de los injustos, 2013), el cuarto de los filmes de largo metraje realizados con sobras de esas sesiones por Lanzmann ―tras Un vivant qui passe (1997), Sobibór, 14 octobre 1943, 16 heures (2001) y Le Rapport Karski (2010)―. Al principio de la película, en una de las interminables introducciones textuales que tanto gustan al realizador francés, este explica que decidió dejar fuera de Shoah las largas entrevistas a Benjamin Murmelstein, el último de los presidentes del consejo judío que los nazis utilizaban como policía colaboracionista para ayudarles en sus tareas de control, hacinamiento y exterminio de los judíos.

Ya el título de la película demuestra las dudas del propio Lanzmann, al calificar de injusto a Murmelstein. ¿Por qué dejó fuera estas esclarecedoras entrevistas? ¿No será que ponían demasiado en cuestión su tesis de que los judíos en ningún caso fueron colaboracionistas sino héroes? Aquí tengo, además, que decir que me resulta rarísimo el texto que aparece en la contraportada de la edición en DVD española de Avalon, en la que se habla de Murmelstein como de un salvador de judíos sin paliativos.

Esta reflexión la hago sin querer en ningún momento menospreciar las películas de Lanzmann y aun menos, su estilo de reflexionar con imágenes, arte del cual, como he dicho antes, creo que es un maestro. Quizá lo que pasa es que él mismo está tratando de reconstruir la memoria, la historia, y le honra el hecho de que decida, finalmente, hacer justicia al tema publicando estas entrevistas, aún cuando lo trata posiblemente de equilibrar mediante el añadido de largo metraje rodado en la actualidad con un Lanzmann ya anciano que presenta otros documentos leídos por él mismo que dejan clara la brutalidad de los métodos de los seguidores de Hitler, quizá tratando de lograr un balance que exculpe al "injusto" por la contraposición de crueldades mucho mayores por parte de los nazis.

En todo caso, al final me queda una pregunta: ¿Quién es en realidad el injusto o los injustos? ¿O acaso lo somos todos?

martes, 16 de diciembre de 2014

Concurso de cine 33: Conexiones (resuelto)

Mientras espero que alguien conteste el enigma número 32, propongo uno nuevo. Atención:

¿Qué tienen en común Mystery Train (Jim Jarmusch, 1989) y Perdita Durango (Álex de la Iglesia, 1997)?



Las respuestas, en los comentarios.