miércoles, 4 de mayo de 2016

Recuerdo: Sima(n)go

Me cuesta escribir este recuerdo. Y es que está mucho más reciente en el tiempo que los demás que he escrito, que todos estaban situados en mi más tierna infancia, aparte de que probablemente tenga más implicaciones morales. Me da vergüenza lo que voy a contar a continuación, porque soy consciente de que obré mal,  pero debo ser sincero. Este es de mi primer año en la universidad, debía tener 18 años recién cumplidos. Yo estaba en una residencia de estudiantes y uno de mis compañeros empezó a traer un montón de discos de vinilo y otros objetos, que luego revendía. ¿A qué se debía este repentino desembarco? Nos confesó que todo lo robaba en Simago (cadena de supermercados que luego se llamó Champion y más tarde fue absorbida por Carrefour). Decía que era facilísimo, así que a los demás compañeros les entró la fiebre del mangoteo y cada día llegaban con una cantidad ingente de objetos enajenados.

Esta aparente facilidad me motivó a mí a hacer lo propio. Ni corto ni perezoso, me acerqué al mencioonado supermercado y cogí un paquete de cintas vírgenes, que había decidido meterme dentro de la ropa, pero no había pensado dónde lo iba a hacer. Total, que llego ahí y en el momento clave me dio reparo, así que me aparté un poco para metérmelo dentro de la ropa, pero en ese momento de duda, de moverme para aquí y para allá, estoy convencido que se fijó en mí un tipo con una americana a cuadros del que la verdad es que ya debería haber sospechado, puesto que no pegaba nada ahí. En cuanto me dirigí a la puerta de salida, el tipejo este rarillo me interceptó y me condujo a los almacenes de la tienda, donde descubrió el percal, con el que se quedó, aparte de con mi DNI. Me preguntó si vivía con mis padres y le dije que en una residencia. Yo estaba avergonzadísimo y sin saber qué hacer. Solté toda la verdad. Me dijeron que tenía que ir un monitor de mi residencia conmigo a pagar el material y para que me devolvieran el DNI. Yo el DNI lo necesitaba, pero tenía clarísimo que esto no se lo iba a contar ni a mis padres ni a los curas que regían la residencia. Se lo comenté a uno de mis compañeros (que tenía tan solo un par de años más que yo, pero la verdad es que, mientras que yo aparecía bastante mas joven de lo que realmente era, él parecía mucho mayor). El día acordado para acercarnos a Simago, se puso unos pantalones de pinzas, una americana, en fin, la ropa que le pudiera hacer parecer todavía mayor y, en cuanto llegamos, me dijo en tono autoritario: "Tú quédate aquí". El tipo este merecía un Oscar. Al salir me dijo "Ya hablaremos tú y yo" y me llevó, casi de las orejas. Yo estaba arrepentido pero de verdad, no tenía que fingir. Al salir me contó que los tipos picaron el anzuelo, que le dijo que me iban a castigas y que tal y que cual.

No he vuelto a robar en mi vida.

Me estoy dando cuenta de que la mayoría de las historias que cuento tienen una gran carga moral. Todas estas experiencias, al fin y al cabo, me han hecho ser como soy.

¿Qué moraleja extraéis de esta historia?

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