La anécdota que voy a contar a continuación debió de ocurrir cuando tenía unos seis años pero la recuerdo como si fuera ayer mismo. Mi hermano Miguel (que entonces debía tener unos cuatro) y yo nos divertíamos recortando y coleccionando chicas ligeritas de ropa que salían en la contraportada del diario As y en la portada de la Hoja del Lunes de Lugo, periódicos que previamente le sustraíamos a nuestro padre. En una de estas, le digo a mi hermano:
- Esta es guapa.
Y me responde:
- Ah, no sé, yo solo me fijo en que lleven los labios pintados.
- ¿Quieres decir que no te gustan las chicas?
Total, que ya era la hora de cenar (lo recuerdo perfectamente) y dije en la mesa:
- Papá, mamá, tengo una noticia que daros, a Miguel no le gustan las chicas.
- Pues ya somos dos - dijo mi madre.
- ¿Pero os parece normal? ¿A ti, papá, no te gustan las chicas?
- Sí, pero a su edad no me fijaba en esas cosas.
En fin, que no me quedó muy clara la cosa, porque, digamos que yo ya sentía algo ahí abajo. ¿Mi hermano no? A propósito, hay que decir que, con el paso del tiempo, mi hermanito resultó ser heterosexual.
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