martes, 12 de mayo de 2015

Conversación con Manolo Laguillo: ¿Es la ciudad un organismo vivo?

Descubrí el trabajo de Manolo Laguillo en PhotoEspaña 2013 y la belleza de sus fotos sobre arquitectura casi me hizo saltar las lágrimas. En seguida me puse en contacto con él, quien, muy amablemente, accedió a tener una conversación (que no entrevista). Espero que os guste.

- Al contrario que otros fotógrafos, te caracterizas por una gran apertura al estudiante, al aficionado, al periodista, a los que no niegas tu magisterio. Algunos de tus compañeros no conceden entrevistas porque dicen que están cansados de hablar de ellos mismos, pero yo creo que toda entrevista es de doble dirección. El entrevistador no es una simple máquina de registrar las palabras del entrevistado.

- Hablar con gente forma del trabajo de uno y el hecho de que se vea hace que se redondee. Si lo que has hecho no llega a la gente, resulta casi inútil.


- Lo que estás diciendo me hace salirme del guion de preguntas que tenía pensado hacerte porque me recuerda algo de mi propia vida. No sé si sabes que yo modero un cine fórum y hay gente que me ha dicho: "¿Por qué lo haces? ¿Por vanidad?" y la supongo que algo de eso hay, pero creo que todo aquel que se pone de cara al público tiene, sobre todo, un gran afán por compartir.

- La vanidad no es mala. Hay que reivindicarla. Estamos a favor de la vanidad, pero, como todo, en unas dosis razonables. No hay nada más falso que pretender negarla, porque, al hacerlo, en realidad, lo que se está haciendo es aumentarla. Gente muy egocéntrica, muy vanidosa hay que, en el colmo de la estrategia del disimulo, niega su vanidad, cuando al mismo tiempo la hace más evidente. Pero yo llevaría el curso de esta charla por otro lado. Para mí lo interesante es quién hace lo que sea y mi conclusión es que en realidad uno no hace (yo estoy convencido de ello), sino que algo o alguien hace lo que sea a través de uno. Uno es más bien el brazo ejecutor de unas potencias que son las que realmente están detrás. Pienso que uno forma parte de una tradición, de una corriente que se origina mucho antes de que uno haya nacido y que, además, la responsabilidad hacia el pasado conlleva el propiciar que exista un futuro. Uno trabaja al servicio de lo que sea. La teoría de la inspiración artística que había en la antigüedad consideraba que son los dioses los que hablan a través de uno.

- Precisamente de esto quería hablar contigo, porque aparte de las corrientes históricas que mencionas hay unas afinidades sincrónicas incluso en distintas disciplinas. Hay gente con una sensibilidad parecida con formaciones y contextos totalmente disímiles y luego te enteras de que se conocían o tenían algo en común. Este tipo de cosas me ponen los pelos de punta. A mí me ha pasado con tu trabajo, porque estoy empezando en el mundo de la fotografía y me da vergüenza decirlo, pero quería hacer algo parecido a lo que haces tú. El descubrir tu trabajo, por un lado, me ha encantado, porque, como te dije cuando te solicité esta entrevista, casi me hace llorar, pero, por otro, me dio mucha rabia, porque yo pensaba que era el primero en una determinada búsqueda y es frustrante descubrir que alguien ya ha hecho lo que tú quieres hacer.

- Creo que eso no debe preocuparnos. Uno encuentra en el trabajo del otro (o de otros) motivación, inspiración, puede ser como la rampa de lanzamiento pero uno sigue trabajando sobre eso. Sea cual sea el origen al final uno le acaba dando un toque absolutamente personal a ese interés o a ese conjunto de temas que le interesan. Por lo tanto, no hay que preocuparse. Se ponga uno como se ponga, lo que hace, si lo hace con la suficiente dedicación y entrega, incluso admiración, acaba teniendo mucho de uno mismo y no hay que preocuparse por cuestiones como la búsqueda deliberada de un estilo. El estilo va a aparecer o se va a ir construyendo a partir de un número suficiente de horas de vuelo.


- Ya centrándonos en tu obra, lo que me tocó al verla es una especie de paradoja: haces unas fotografías muy bonitas de edificios feos. Me provoca placer estético la foto, no la arquitectura. ¿Cómo es posible esta contradicción?

- La respuesta a esta pregunta, que no es la primera vez que se me plantea, la tengo desde el principio, es decir, forma parte de mi programa, del conjunto de objetivos que me planteo casi desde mis inicios y se deja resumir así: hacer una foto interesante, atractiva o incluso (¿por qué no decirlo?) bonita de algo que es bello no tiene mérito. Donde puede radicar el reto y, por lo tanto, el interés, es en hacer algo bello, interesante, atractivo o incluso cautivador a partir de algo que no lo es. El hecho de que fotografíe edificios tiene que ver con que para mí los edificios son un pretexto para hacer construcciones similares a las de la escultura. A ti te desconcierta mucho (en tu blog lo dices) que den el premio de Escultura de la Bienal de Venecia a los Becher por su trabajo fotográfico y a mí me parece totalmente coherente, es decir, no tiene nada de extraño, porque la actitud es la del escultor, la de alguien que construye objetos a un tamaño mayor o menor...

- ...pero son en dos dimensiones.

- ...pero hay una cuestión que a los escultores les interesa mucho, que es el de la tipología. Y son objetos reales...


- Sí, la verdad es que tus fotografías me recuerdan un poco a las de los Becher. Eres muy ordenado, tienes una mente germánica.

- La técnica es muy parecida. Uso una cámara técnica de placas que corrige mediante movimientos la geometría de la imagen. Todos los fotógrafos que utilizamos esta técnica lo hacemos desde una cierta manera de situarnos frente a las cosas. Esa técnica pide en el fotógrafo un tempo ralentizado, una mirada pausada, en la que todo está pensado, meditado. No hay prisa. Es una mirada lenta, que pide una determinada técnica y herramienta, que es esta cámara en particular. Si miras la fotografía del siglo XIX, prácticamente toda está hecha con cámaras de estas características. Lo importante no es que el formato sea grande o pequeño, sino que son cámaras que permiten un control muy preciso de la geometría de la imagen y esto nos sitúa a una serie de fotógrafos en una misma corriente o tradición, con independencia de que utilicemos un objetivo angular, normal o tele. Es una cámara que siempre hay que poner encima de un trípode; que al cabo de un día de trabajo terminas haciendo muy pocas fotos; que es pesada. Y todo esto influye en lo que ves, en cómo ves. Permite hacer una serie de cosas y excluye otras. En este sentido los Becher y yo y muchísima otra gente más, como compartimos la misma actitud, es lógico que escojamos la misma herramienta. No es que la herramienta nos marque, sino que compartimos una misma actitud y por eso escogemos una determinada herramienta.

- Yo veo en tu trabajo una parte de denuncia social pero se ve mermada por la propia belleza de las imágenes. Es decir (y no te estoy haciendo una crítica, sino una reflexión), tus fotos pierden capacidad de denuncia porque muestras cosas que urbanísticamente están mal pero al tratarse de una foto bonita casi da gusto verla. Incluso uno puede llegar a penasr: "¡Qué bien estaría vivir ahí!".

- La belleza viene dada por la luz. La luz es muy especial y en un momento puede subrayar o poner de manifiesto algo bello. La realidad no es ni al 100% bella ni al 100% horrorosa, pero hay momentos en que la realidad se deja redimir de una cierta manera. Esta fotografía redime a la realidad a través del detalle. La representación tan minuciosa del detalle de las cosas convierte a las fotografías en objetos muy interesantes. La gente se acerca a las fotografías a verlas desde corta distancia porque gracias a ellas aprecian aspectos de la realidad que si luego se desplazan a la realidad misma van a poder disfrutar. Es decir, la fotografía se puede convertir en una especie de escuela de la mirada, de la visión. La fotografía me ha enseñado a mirar la realidad con unos ojos más atentos, prestando más atención, siendo más humilde, dejando que la realidad te enseñe algo, estando abierto.


- A parte de los famosos Becher veo mucha relación en tu trabajo con una serie de fotógrafos norteamericano, como por ejemplo Robert Adams. No sé si son referentes tuyos. Veo en ambos casos un tipo de fotografía un poco fría, que es algo que me gusta particularmente.

- Cuando yo estudié a finales de los 70 y cuando empecé a trabajar en los 80, el mundo no era como ahora. Te informabas, viajabas, llegaban revistas de fuera, pero no había internet, por lo tanto el conocimiento que uno podía tener de las cosas llegaba con cierto retraso respecto al momento de estarse produciendo. Vivo en Barcelona y había viajado alguna vez a París y Roma, pero tardé mucho tiempo en ir a Nueva York. A los miembros de New Topographics los conozco a través de revistas de fotografía. Además en Barcelona había en los años 70 una librería especializada en fotografía que estaba muy bien. Sabía a finales de los 70 quien era Lewis Hine y Atget, pero las cosas tenían otro aire muy distinto del que tienen ahora y esto conviene tenerlo en cuenta. No estábamos tan a la última. Las modas culturales ocurrían con un tempo mucho más lento del que hay ahora, en que estás sometido a una influencia de lo que está ocurriendo en todo el tiempo. Los teléfonos eran analógicos y te lo pensabas mucho cuando tenías que llamar por conferencia de Barcelona a Madrid. Era otra cosa. Imagínate: yo me casé en el 75 y compramos una lavadora centrifugadora, que era algo totalmente nuevo.

- No quería decir que te hubieran influido, me refería más a esas sinergias o coincidencias de las que hablábamos antes. Estos fotógrafos suelen representar la naturaleza o la arquitectura, pero nunca la figura humana y en tu trabajo hay muy pocas figuras humanas.

- Lógico, pero eso es algo típico de la generación de los fotógrafos que hemos nacido a finales de los años 50 y en los 70 tenemos veintitantos. Con mayor o menor deliberación o conciencia, cada generación da la espalda a la anterior y nuestros hermanos mayores lo que acababan de hacer en fotografía era justamente figura humana, calle..., pero por otro lado yo creo que es también una consecuencia inevitable de mi modo de trabajar, porque yo me coloco a una cierta distancia del edificio para poderlo registrar en su totalidad y eso hace que automáticamente las figuras humanas se vuelven diminutas, pero aunque fueran muy pequeñas, yo era muy consciente de que si salían en la foto esas figuras llamarían la atención sobre sí mismas, distraerían a la hora de ver el conjunto, entonces yo evitaba dentro de lo posible que en mis fotografías apareciese la figura humana, para que la atención del espectador no se distrajese. Aun así hay fotos (paradójicamente, la que sirvió para anunciar la exposición de PhotoEspaña en la fundación ICO es una de ellas) que hice a pesar de que hubiese gente y es por una razón de oficio: yo plantaba la cámara y esperaba a que se fuese la gente. Si no se iba la gente, en muchas ocasiones yo retiraba la cámara y no hacía la foto, pero a veces pensaba "ya que he puesto la cámara (que lleva bastante tiempo), voy a hacer la foto" y es justamente lo que ocurrió en ese caso. ¡Menos mal que la hice! Con el paso de los años, estoy muy contento de haber hecho una excepción a la regla que me había autoimpuesto, que era "no hagas fotos si hay gente". Resulta que esa gente, con el paso de los años, acaba formando parte de la imagen y da cuenta de una determinda época.


- Aparte, veo en tu trabajo un cierto interés en reflejar la otra cara de la ciudad. Donde más se nota esto es en la serie que hiciste sobre la Alhambra, que son fotografías muy buenas pero de lugares nada fotogénicos, nada paisajísticos, nada pintorescos.

- Exacto. Hacer fotografías como los grabados que se hacen de los grandes espacios icónicos de esa maravilla que es la Alhambra no tenía interés ninguno o hacer una foto (otra más) del patio de los leones... en cambio, lo que yo siempre había echado de menos eran esas fotografías de los lugares de transición, de los lugares por los que necesariamente tienes que pasar para ir de un espacio icónico al siguiente y eso es lo que a mí me llamó la atención.

- Me parece una gran idea tu serie de fotos que retratan los lugares exactos donde confluyen dos barrios.

- Si te fijas, mis primeras fotos son de edificios sueltos y si hay algo que marca mi evolución desde las primeras fotos que hice hasta las últimas es cómo voy tomando conciencia, a base de dedicar mucho tiempo a la ciudad en general y a la de Barcelona en particular, que es la mía, de cómo ya no se trata solamente de los edificios, sino de los barrios y se puede hablar de "personalidad" de los barrios. Esto es una conciencia a la que voy llegando poco a poco.

- O sea que pasas de fotografiar la arquitectura a fotografiar al urbanismo.

- Por decirlo de alguna manera. En el año 92 pedí una beca, La Caixa me la concedió e hice un proyecto sobre la ciudad como organismo y su representación fotográfica. En ese campo hay toda una discusión teórica. Hay muchos arquitectos y urbanistas que dicen que una ciudad no se puede comparar con organismo, porque un organismo tiene un principio rector y puede parecer que la ciudad lo tiene, pero en realidad es una apariencia de principio rector. No hay un alma de la ciudad, no hay un genio del lugar, pero aun así cabe diferenciar con nitidez tal barrio de tal otro y estas distinciones tienen que ver con la historia.

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