lunes, 9 de julio de 2012

Crítica de "Mercado de futuros"

El documental Mercado de futuros (Mercedes Álvarez, 2011) parte de postulados muy similares a los del primer largometraje de la directora -el muy lírico y rural El cielo gira (2004)-: mostrar la poesía subyacente en el mero paso del tiempo, sólo que en esta ocasión desde una perspectiva urbana. Como yo soy más urbano que rural, me ha interesado mucho más esta segunda entrega, en la que se hace un paralelismo entre los brokers que negocian con grandes cantidades de dinero en un segundo y los vendedores del mercado de Les Encants de Barcelona, en concreto con un supuesto vendedor que se pasa el día en su puesto intentando no vender nada.


Pese a ser más urbana, esta segunda entrega en la carrera de Mercedes Álvarez no es menos lírica que la primera, con multitud de detalles y momentos a la vez realistas y poéticos. Curiosamente, la película logró en mí un efecto que no creo que sea el deseado por la autora, que me atrevo a aventurar que es mostrarnos lo mal que viven los vendedores modernos y lo bien que vive el vendedor a la antigua, pues me resultó super-interesante el fragmento de conferencia en el que un gurú del marketing nos explica las cinco razones por las que la muñeca Barbie perdió un tercio de sus ventas a manos de las Bratz. Por desgracia sólo llegamos a ver la parte en la que el economista nos explica una de ellas, dejándonos intrigados acerca de las otras cuatro.

Por supuesto, ésta es mi lectura personal pero la grandeza del cine de Álvarez es que cada espectador puede hacer una totalmente distinta.

Otro tema de la película es la pérdida de la memoria. Al principio de la película se ve cómo se desmantela una casa vieja para luego vender sus libros, cuadros y adornos (descontextualizados y literalmente pisados) en un puesto de objetos de segunda mano. Como dijo Julio Caro Baroja, en un país tan conservador como el nuestro, lo primero que hacemos cuando mueren los padres o los abuelos es tirar sus libros.

Uno de los grandes aciertos es la fluidez de la cámara de la directora. Por ejemplo, cuando nos lleva al mercado da la sensación de que hace un barrido para encontrar al personaje más gracioso de todo el mercado y desde ese momento, la cámara ya no se aleja de él, este gran actor que hace de sí mismo y que merecería al menos un Oscar, con una vis cómica que parece no pretendida... ¿o tal vez sí?

También en este sentido son dignos de elogio los bellísimos planos de transición, tan líricos, que Álvarez pone para separar los bloques que componen la película. U otros momentos de la cinta que pueden ser fotografías a fotografías o incluso películas sobre películas e incluso llegan a ser críticos y políticos, como en el que vemos un bonito edificio que resulta ser un simple telón cuando se abre una puerta y sale alguien de ella, mostrando lo falso de la industria inmobiliaria y de la economía capitalista actual.

Algo que ha mejorado técnicamente Álvarez con respecto a su primera incursión es su uso del sonido directo, pues en la primera película no se entendían muchos de los diálogos. Ese aspecto es en esta ocasión impecable.

En resumen, una obra maestra del documental lírico (y humorístico, si existen tales géneros) que nadie se debería perder. Es una pena que se haya visto poco en las salas comerciales y de que ya la etiqueta de "documental" eche para atrás al público general. Estoy seguro de que a mucha gente, si supiera que esta película existe y tuviera ocasión de verla, le gustaría.

Yo con Mercedes Álvarez y el director Daniel V. Villamediana

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