martes, 30 de julio de 2013

"Muerte de un quinqui": el machismo de Naschy

(Advertencia: esta crítica contiene spoilers)

Veo una de las pocas películas que me quedaban de la filmografía de Paul Naschy, Muerte de un Quinqui (1975), en esta ocasión no como director, sino como guionista y actor protagonista, pues las labores de dirección recayeron en el argentino León Klimovsky, en una de sus ocho colaboraciones.

En mi opinión, el cine de Naschy siempre ha tenido un complejo subtexto político, ya que desde sus primeros guiones, el artista anteriormente conocido como Jacinto Molina, plantea una situación de indefensión por parte de los protagonistas, de clase alta, no solo ante toda clase de monstruos y seres provenientes de otras dimensiones, sino también ante ladrones o delincuentes de medio pelo, que ponen una emboscada al héroe. Esta escena, recurrente en muchos de sus guiones, es en mi opinión clave en la lectura política de las películas de Naschy, como me hizo notar mi amigo el cinéfilo Óscar García. Pero esta lectura no es igual en todas sus cintas, pues si bien en las primeras, el protagonista, de clase alta, resulta ser bueno y dar su merecido a los malos, lo que parece dar lugar a una lectura conservadora de su obra, a partir de los ochenta, como en Latidos de pánico (1983), esto cambia, pues el que parece el héroe resulta en realidad ser el malo de la peli, dando así lugar a una lectura subversiva de los últimos films de Naschy. Esta cuestión no es baladí, porque no olvidemos que Naschy siempre interpretaba él mismo a sus propios "héroes".


En el caso de la película que nos ocupa, Naschy no se defiende de los quinquis, sino que él mismo es uno de ellos que tiene que buscar trabajo como un simple criado en una casa aislada mientras espera a poder dar salida a unas joyas robadas. En esa casa alejada de toda civilización seduce a unas apetecibles madre e hija (Carmen Sevilla y Julia Sali) mientras el padre inválido e impotente limpia sus armas y sus trofeos de caza (¿guiño al Buñuel de Susana?). Como decíamos, aquí el quinqui es el héroe y es el autor. Avanzada la película se produce una secuencia que tal vez analicemos ahora fuera de contexto, puesto que no hay que olvidar que la película fue estrenada el año del fallecimiento del anterior jefe de estado español, el dictador Francisco Franco.

La escena es la siguiente: tras seducir a la madre, el quinqui lo intenta con la hija. Esta se resiste y él la viola. En ese momento ya adiviné cuál iba a ser el final: la hija tenía que ser la responsable de la "muerte de un quinqui" que anunciaba el título. Pero no es a eso a lo que quería llegar, sino a que después de que Marcos, pues así se llama el quinqui de marras, fuerce a Elena, la hija, la cámara pasa a primer plano de Elena, primero con cara de rechazo, para luego pasar a poner cara de placer y abrazar y acariciar a su violador. No entiendo a qué viene esta escena, que, aunque solo dura un par de segundos, me sorprendió mucho, porque rompe la coherencia ideológica o moral de la película, a no ser, y aquí entramos en otra de las constantes de todo el cine de Naschy, que es el del machismo del personaje protagonista que él mismo encarna, es decir, todos los personajes que él incorpora son totalmente irresistibles para las mujeres, trátese de Valdemar Daninsky o de cualquier otro. Es como que aun cuando narrativamente le iría mejor a la película que la víctima de la violación no gozara con la experiencia (lo normal en un caso así, vamos, me imagino), el afán del macho ibérico de Naschy de dejarse en buen lugar a sí mismo (como si no pudiera separar su persona de su personaje) le llevara a hacer que el personaje disfrutara con esa violación.

Creo que esta crítica ha quedado un poco a medias, pero, en mi humilde opinión, plantea temas que raramente se analizan en el cine de género, a saber: las lecturas políticas, morales y sexuales.

4 comentarios:

  1. Hay mil películas como esa de violaciones disfrutadas desde 1990 hacia atrás. Son innumerables. No comparto tu pensamiento políticamente correcto, esto es cine y no hay que sacarlo de madre. El cine no es un vehículo de lavado de cerebro, es arte por arte. El daño de los críticos es muy grande.

    De hecho hoy día en Japón no ha cesado esta tendencia de disfrutar de la violación, lo puedes comprobar en Cementerio Yakuza, por ejemplo. Lo puedes ver antes en el cine occidental con Doctor Zhivago, El último tango en Paris, Mil y un Westerns (el género más machista de todos ), Películas de terror incontables donde el monstruito de turno magrea a una jovencita de turno no muy opuesta que digamos... Y podemos seguir hasta el infinito.

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  2. Podemos encontrarlo en todas y cada una de las películas americanas, italianas y sobretodo españoles, exabruptos, desprecios y coñas marineras, que hoy día no hacen sino añadir un componente absolutamente exótico, humorístico incluso rebelde, a algo que por entonces no era más que el tufo de lo aprendido en la calle. Pero con el tiempo son verdaderas joyas de una gran riqueza sociológica hasta la películas más floja de Paco Martínez Soria.

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  3. Lo he redactado pesimamente, no tengo el día escritor. Saludos.

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  4. Y tampoco hay que irse tan atrás. El Cabo del Miedo, me parece un buen ejemplo de "Este prota es muy malo, pero es que la niña era una putilla". Este razonamiento es exactamente el mismo, pero transformado en historia de amor con León El Profesional, como es un noir tiene el planteamiento siempre anacrónico de "las mujeres traen problemas gordos y tienen la culpa". Si quieres quitar estas cosas, o las neuras de los directores, el cine acabará por dejar de contar nada.

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