Recuerdo perfectamente mi primer día de cole. Mis padres decidieron no llevarme a parvulitos de cuatro años (entonces no había clases de tres años), me mandaron directamente a la clase de cinco años, pero como yo nací en diciembre, aún no había cumplido los años en mi primer día, que, por cierto, recuerdo que me llevó a clase mi hermano mayor, Anxo.
Al llegar le preguntaron a mi hermano "¿Cuántos años tiene?" y él respondió "Cuatro", así que me mandaron a la clase de cuatro años y mi hermano se fue.
Al cabo de unos minutos, llegó una profesora y me mandó a la clase de cinco años, porque, aunque no los hubiera cumplido, yo soy del 74 y era la clase que me correspondía. La cuestión es que yo consideré que había un gran error burocrático y me puse a llorar como un descosido (en retrospectiva veo que ya entonces hacía una montaña de un grano de arena y me ahogaba en un vaso de agua).
Al cabo de un rato vino una profesora (no sé si fue la misma) y me preguntó:
- ¿Por qué lloras?
- Porque esta es la clase de cinco años y yo tengo cuatro.
- ¡Ah! No te preocupes, ya los cumplirás.
Y en ese mismo momento dejé de llorar.
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