viernes, 29 de marzo de 2013

Cine y literatura

Sigo en mi blog cuestionándome y tratando de desmontar falsos mitos que una y otra vez se nos han repetido a los estudiantes de cine y que están ahí sin saberse muy bien de dónde vienen. Este artículo en concreto se extiende más sobre un tema ya tratado aquí en una ocasión anterior: la relación entre el cine y la literatura. A menudo hemos oído que una buena adaptación al cine de un libre no se hace literalmente, sino captando la idea general de la novela y adaptándola al medio audiovisual. También se ha dicho hasta la saciedad que el corto corresponde al relato y el largo a la novela. Pues bien, yo estoy totalmente en contra de estas dos afirmaciones y trataré de explicar por qué.


Empecemos por la primera aseveración, que es muy fácil de negar, puesto que hay películas de largo metraje que son adaptaciones literales de novelas (eso sí, cortas, de unas 80 a 100 páginas) y siguen siendo obras maestras. Podríamos poner muchísimos ejemplos de esto, como Le locataire, de Roman Polanski (basada en el libro Le locataire chimerique de su compatriota Roland Topor). Obviamente, este no es el caso de novelas largas. Así, una novela de la envergadura de Fortunata y Jacinta, de Benito Pérez Galdós, no logró ser reducida al manido formato de las dos horas por Angelino Fons, por otro lado gran conocedor de la obra del canario y, con Buñuel, quizá su mejor adaptador al cine, por el mero hecho de que la novela es demasiado larga, de modo que Fons empieza a rodarla y cuando llega a las dos horas corta por lo sano, dejando fuera más de la mitad de la trama original (algo parecido a lo que les pasó a John Huston con la Biblia y a David Lynch con Dune). Sí supo adaptar la monumental novela Mario Camus, incluso con varios de los mismos actores interpretando los mismos personajes diez años más tarde, pero, eso sí, en formato de serie de televisión: 600 minutos para contar lo que Fons pretendió hacer en poco más de 130.


Lo mismo ocurre con el Quijote. Todas las adaptaciones al cine que he visto se ven en la imposibilidad de llevar a la pantalla la novela y resultan claramente insatisfactorias, salvo la soviética de Grigori Kozintsev (por la sencilla razón de que Kozintsev capta la verdadera esencia de la obra de Cervantes, es decir, su humor, y se limita a reproducir, con muy buen tino, los capítulos más humorísticos) y la de Welles (que debió de haber sido genial si hubiese sido completada, cosa que se aprecia incluso en la versión estrenada en 1992 pese al insatisfactorio montaje llevado a cabo por Jesús Franco). Obviamente, la duración normal de un largo de hora y media a dos horas no es la adecuada para una obra de este tipo, que se adapta más, como hemos visto, al formato de serie de televisión (como efectivamente hicieron con la larga novela cervantina Jacques Bourdon, Louis Grospierre y Carlo Rim en 1965, Cruz Delgado en 1978, Manuel Gutiérrez Aragón en 1991 y probablemente otros). Lo mismo se aplica, como nos apunta la experta en literatura Tania Karaseva, a las novelas de Sherlock Holmes, magnífica y literalmente llevadas al formato de serie televisiva por el equipo soviético dirigido por Igor Maslennikov. Así, tenemos que el cuento se corresponde con el corto; el relato largo o novela corta con el largo y la novela larga con la serie de televisión.


También se puede dar el caso de un libro más largo de lo antes mencionado, pero del que tan sólo se adapten algunas partes. Esto es lo que hizo Akira Kurosawa con una de sus obras maestras, Dersu Uzala (1975), pues al adaptar el libro de Vladimir Aresniev subtitulado En la taiga de Ussuri, que es bastante más largo de lo antes citado, el cineasta se limita a adaptar únicamente dos de los capítulos que lo componen, aquellos correspondientes a los viajes de Arseniev por el Lejano Oriente ruso en los que coincidió con el cazador de etnia gold (o nani) que le hizo de guía. De nuevo aquí Kurosawa opta por una transcripción literal. Que conste que no digo que esta manera sea la única posible, pero en este artículo trato únicamente de indicar que se puede conseguir una buena película sólo con adaptar literalmente al nuevo medio el libro (que no es poco).


Arantxa Aguirre Carballeira en Buñuel, lector de Galdós (Cabildo Insular de Gran Canaria, 2006) nos da la razón y cita a Susan Sontag a este respecto, pues según ella los 90-120 minutos usuales de un largometraje corresponden idóneamente a la extensión de un cuento o novela corta o de una pieza teatral: "Hacer justicia a una novela requiere una película radicalmente larga, que rompa con las convenciones impuestas por el teatro", para afirmar a continuación que "en el caso de Fortunata y Jacinta, este es el camino que toma Mario Camus en 1980 al hacer su adaptación de diez horas de duración destinada, claro está a una serie de televisión. Miguel Delibes, uno de los autores españoles más adaptados a la pantalla, se manifiesta también el sentido de Sontag: "El material literario sobre el que va a operar un director de cine no debería ser demasiado largo, pero tampoco demasiado breve. Una novela corta tal vez sería lo pertinente".

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