jueves, 16 de febrero de 2012

Entrevista con Andrés Duque

Andrés Duque es uno de los principales valores del cine actual. Sus películas, en las que a menudo juega con la realidad y la ficción, son de un gran magnetismo y nos dejan pensando durante días. Recientemente estrenó su segundo largometraje, Dress Rehearsal for Utopia, en el festival de cine de Rotterdam, que todavía no hemos tenido la ocasión de ver. Duque responde a nuestras preguntas (realizadas tras ver su anterior película, Color perro que huye) con una gran calma, inteligencia y educación y no para de citar referencias tanto fílmicas como literarias o de otro tipo.

“He decidido estar al margen de la industria y me gusta mi posición en el mundo del cine”

—Tú eres venezolano. ¿Cómo es que estás radicado en España?

—Tenía una necesidad urgente de salir de Venezuela, un país que me estaba consumiendo, que me quitaba mucho y, a nivel cinematográfico, no me daba nada a cambio. Me planteé dar el salto y me vine a España. Allí era periodista y sentía que tenía que cerrar un ciclo. Como soy periodista y como me gustaba el cine, había trabajado como crítico de cine y tenía la ambición de hacer cine, me pareció lógico elegir el documental y, así, me inscribí en el máster en Teoría y Práctica del Documental Creativo en la UAB. Más tarde descubrí con alegría que el documental es un campo muy amplio que da pie a muchos tipos de experimentación y eso me interesó mucho, incluso más que el periodismo, que busca una objetividad, mientras que el documental permite una mirada mucho más amplia. Mis profesores en el máster me abrieron mucho los ojos, nos ponían como ejemplos a Chantal Akerman o Chris Marker, entre otros, personas que al trabajar con lo real siempre han ido un paso más allá y han tenido una visión del mundo originalísima. Esos son los directores con los que me he quedado, más que el reportaje al uso, y empecé a experimentar con muchos elementos tanto formales como a la hora de intentar encontrar tu identidad artística, creativa. A partir de ahí empecé a plantearme un proyecto personal que era completamente mío.

Con la cineasta Virginia G. del Pino, en el evento "Offf Punto
de Vista Retaguardia", en Pamplona / Foto: De la Vega

Llevas desde 2000 en Barcelona. ¿Por qué vives en esta ciudad? ¿Te gusta?

Pues porque me cogieron en el máster y me fui. Barcelona es una ciudad con la que en seguida establecí lazos afectivos y a mí me gusta mucho, no sólo por el mar y la historia, sino por muchas más cosas. No me he cansado todavía. Sé que los catalanes tienen un poco de fama de ser muy suyos, pero la verdad es que nunca me he visto forzado a hablar catalán ni tuve ningún problema de ese tipo. He sido yo quien se ha preocupado por aprender su lengua y practicarla. Yo llegué sin más papeles que la tarjeta de residencia de estudiante y he tenido que trabajar mucho y pasar por muchos tipos de trabajos y nunca me he sentido menospreciado. También quizá por la propia naturaleza de este sector, que es más abierto, menos estereotipado, si trabajara en un banco probablemente tendría otro tipo de problemas.

—¿Cómo fueron tus inicios en el mundo del cine? ¿Qué te animó a hacer cine?

—Siempre fui muy cinéfilo y, en un país en el que había muy pocos cines, tuve la suerte de criarme en una sala de cine, que formaba parte de la empresa petrolera en la que trabajaba mi padre. Los martes ponían cine comercial y los jueves, cine europeo de autor. Fue una suerte, un flechazo absoluto, pero hasta que vine a Barcelona no me había planteado hacer cine. Una vez que tomé la decisión de dedicarme al cine decidí que fuera totalmente a parte de la industria, también porque había trabajado en HBO como periodista en Venezuela y me enviaban a festivales y conocí a muchos cineastas como Tsai Ming-Liang, un director que me influyó mucho, y decidí que quería hacer cosas como ellos.

—Según veo en distintos sitios de internet, tu primera obra fue Iván Z (2004). ¿Es eso posible? ¿Cómo es que te decidiste a empezar directamente por una cinta de 52 minutos, en vez de por un corto? Además, ¡menudo tema! Creo que nadie antes había hecho un documental sobe Iván Zulueta y solamente existe un libro publicado sobre su vida y obra.

—Una de mis motivaciones para venir a España fue Zulueta. Arrebato se pasó en Caracas cuando tenía 17 años, en un programa sobre cine español que abarcaba precisamente hasta 1978 y acababa con esta película y esta obra me marcó. También porque es una cinta que de una manera muy intuitiva trabaja con el ritmo, que descubre ritmos extraños en lo que nos rodea. Al venir a España en 2000 decidí buscar a Zulueta y me llevé una sorpresa al ver que se hablaba muy poco de él. Le planteé hacer una película documental. Tardé tres años pero finalmente se pudo hacer. Fue un momento mágico porque creo que ni antes ni después sería posible hacer esa película. En cuanto al hecho de que sea un largometraje: salió así. Nunca me he planteado la idea ni le enseño a mis alumnos la idea de que hay que hacer películas con una duración o unas convenciones de cara a la exhibición industrial. El creador sabe que una película determinada no puede durar ni más ni menos. Yo nunca he dicho “voy a hacer un corto” sino que empiezo a rodar y, al montar la película, dura lo que tenga que durar. Mis películas son muy atípicas, sin una duración estándar. Como veis, mi planteamiento a la hora de hacer cine no tiene nada que ver con lo económico ni con los estándares de la industria. Pretendo escapar un poco de lo económico.

—¿Qué es lo que conectó contigo de la obra o la personalida
d de Zulueta?

—Hay que diferenciar la personalidad del cineasta (que tienes muy mitificada y con la que es— difícil tratar, en eso él no fue una excepción) y la persona del día a día. En cuanto a esta segunda persona, me encontré con alguien cercano, inteligente, con el que desde el primer momento me di cuenta de que había afinidades que no me esperaba, fuera de lo meramente cinematográfico. Cuando empecé el documental no era consciente de que éste me estaba llevando por diferentes derroteros y que ya no tenía escapatoria… no lo digo de una manera negativa, sino que me refiero a que se produjo una vocación: cuando tienes amor por algo.

En Rotterdam

—¿Cuál es tu película de Zulueta preferida?

—De Arrebato me interesa el aspecto sensorial y, en este sentido, los cineastas que me gustan son los que me cuentan cosas como si fuera música, no te cuentan una historia, sino que te transmiten una serie de emociones. Y esta película tiene eso, se expone porque te está induciendo a un mundo, a una alteración de la percepción y ves cómo Will More busca obsesivamente cambiar el ritmo de sus super 8 y ese ritmo más lento te crea una sensación de hipnosis. Yo creo que la película viene a decir que en el cine el ritmo consigue manifestar sin narratividad, pero no se trata de que Zulueta exprese esto de una manera consciente, como si se tratase de un manifiesto, él era una persona completamente intuitiva. A-malgam-A es otra película que a mí me fascina completamente. Es la película que a Zulueta le abre las posibilidades de la cámara de super 8 y se ve muy claramente que es un trip, un viaje, completamente abstracto a la vez que hermoso, como los que tenía con la heroína en esa época.

—¿Por qué, como cineasta, te has decantado por lo documental, por lo real?

—Una de las cosas que he aprendido es que la diferencia entre ficción y documental no es tan abismal. Cualquier película es un documental de su mismo rodaje. Un documental tiene una puesta en escena, lo que yo llamo “filtros”, pero al fin y al cabo es ficción. A partir de este concepto me siento muy a gusto, porque hay posibilidades de transgredir y en España se ha transgredido mucho en este sentido, gracias a los trabajos de gente como Patino, Val del Omar, Zulueta, Guerín, Buñuel… Y ya puestos, ¿por qué en el cine todo tiene que ser imágenes? Yo también considero cine las palabras de Serge Daney y Gilles Deleuze. Este último se plantea el cine con una perspectiva totalmente chiflada, hermosa.

—En el lenguaje común de la gente de la calle se denominan “películas” a las de ficción y las otras son “documentales”, que se relegan a los reportajes de animales que emiten por La 2 y que mi padre usa para dormir la siesta. Asimismo, premios como los Oscar incluyen sólo un premio para documentales, mientras que todos los demás son para obras de ficción. A pesar de que el cine nació con los Lumière, con el documental, hoy en día parece que el CINE con mayúsculas es el de ficción y el otro es algo relegado a la televisión o a canales marginales. Algo similar ocurre con los libros, pues se entiende que la LITERATURA con mayúsculas es la de ficción ¿Estás de acuerdo con esta visión? ¿Por qué crees que se ha llegado a este statu quo?

—Bueno, tampoco me gusta ir en plan académico y decir “películas” son tanto las de ficción como las documentales, como si fuera Pepito Grillo. El uso de las palabras se ha extendido de esa forma y tampoco tiene mayor importancia.


Tras la proyección de "Iván Z" en el primer aniversario del
cine fórum "La Claqueta" / Foto: De la Vega

—Como te dije en el estreno en Madrid de tu película Color perro que huye, tienes en ella imágenes aparentemente banales de un gran lirismo y, aunque, en mi opinión, tenía pasajes un poco deslavazados e inconexos, no se hizo aburrida en ningún momento. ¿Eras consciente de esto?

—Sí, y también soy consciente de cuáles son las partes aburridas de la película y las dejo, creo que es algo muy personal. Yo me planteé un viaje interior muy valiente (aunque suene mal que lo diga yo) y quería hacer ese viaje y no quería ser censurador con mi propio material. No me lo planteo en términos de aburrido o divertido, sino que digo “voy a terminar así y a ver qué efecto produce”, es como un salto al vacío. Quiero romper, hacer algo que realmente me satisfaga a mí y al espectador. En ese sentido la gente decide aceptar lo que ve, pero es un viaje personal el que estoy desarrollando.

—¿Tienes una obsesión con el ciber-sexo? Lo digo por las imágenes tomadas de internet un poco subidas de tono. En mi opinión, esas imágenes son muy sórdidas. ¿Las incluiste precisamente por esto?

—El sexo es algo vital y creo que en la película las escenas más eróticas son las que acaban siendo más sensibles, como en el caso del negro que toca el tambor. El erotismo está muy ligado al oficio de hacer cine, aunque a la gente le escandalicen determinadas imágenes, e incluso a mí también. Creo que en la película me faltó encontrar un punto más allá. El sexo es necesario para hacer cine. La sexualidad es como una intención. El error es intentar buscar una representación. La sexualidad tiene mucho que ver con la espiritualidad y las sensaciones.

—Se te está incluyendo en una nueva generación de documentalistas, en concreto catalanes. ¿Te sientes parte de alguna corriente?

—Aquí y ahora, no, me siento como un poquito marciano, pero porque he decidido estar al margen de la industria y me gusta mi posición en el mundo del cine y si existe algo que me haga sentir parte de una generación es que los documentalistas de hoy están buscando su manera de relacionarse con el mundo y es una corriente que no tiene nada que ver con ningún manifiesto político, sino que se trata de ver cómo se transforma el mundo.

Con el autor de este blog

—En una exposición de fotografía organizada por el Instituto Cervantes se te incluye entre los más destacados directores españoles y en la revista Cahiers du Cinéma. España te preguntan por tu opinión sobre el futuro del cine español. ¿Qué siente un venezolano como tú al convertirse en un referente dentro del cine español?

—No me siento parte de una generación de cineastas. Si me preguntas por el tema de la identidad nacional, no es algo que tenga que ver con mi cine, pero no lo hago por política, sino todo lo contrario. Lo que quizá haga que me llamen para entrevistas o similares es que desde que llevo aquí no he parado de hacer películas y si no paras de hacer películas, gustas a la gente y tienes cierta continuidad, los críticos lo saben. Cuando hice el documental de Zulueta los críticos se preguntaban cómo tenía que venir un venezolano a sacar del olvido un cineasta español y me lo tomo como un piropo.

—Cuando presentaste Color perro que huye en Madrid hablaste de que estabas muy contento del éxito que estaban teniendo tus películas en el circuito de festivales. ¿Crees que existen canales adecuados para la distribución y exhibición para películas digamos experimentales como las que tú haces?

—Sí, hay maneras de distribuir películas no comerciales. En mi caso la productora c’est moi, con la ventaja de que si mis películas generan dinero, éste es para mí… Así, empiezas a encontrar tu camino y quiénes son tus interlocutores y encuentras también tu manera de hacer más visible tu trabajo, eso lo hace la constancia. Haces películas, las muestras y, en mi caso, el hecho de tenerlas en mi página web me ha venido muy bien porque hay gente que las vio por azar y me dicen “estoy preparando tal festival y nos gustaría proyectar tu película”. El no formar parte de la industria es una decisión propia; al menos en el futuro más próximo voy a seguir trabajando de esta manera.

1 comentario:

  1. Gran idea darle un espacio amplio, para que se explique alguien tan interesante e inclasificable como Duque.

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