miércoles, 17 de enero de 2018

Milagros de santos V: San Benito y el colador

No sé si estos artículos sobre supuestos milagros que escribo os hacen gracia. Probablemente no la tengan para alguien que haya sido educado ateo desde pequeño ni para alguien de una religión exótica, pongamos la budista. Sin embargo, para alguien como yo, crítico y racionalista, pero con una formación religiosa católica, estos "milagros" resultan graciosísimos. Al parecer, los milagros forman parte esencial de la religión. Es más, es obligatorio que para que alguien sea declarado santo haya hecho milagros, y tienen que ser "demostrados" en una especie de juicio que se les hace. Esto no resulta tan raro con un santo del siglo I dC, pero cuando se habla de gente contemporánea como Josemaría Escrivá de Balaguer (fundador del Opus Dei), hablar de hechos sobrenaturales y milagrosos me suena a chino. Es curioso que, para otras cosas, la Iglesia está totalmente en contra de la superstición, pero parece ser que los hechos sobrenaturales que le conviene sí los acepta. Supongo que, para ellos, los supuestos milagros son una forma de demostrar que una persona está en contacto con la divinidad.

Un colador antiguo, tal vez parecido al que arregló San Benito a base de rezos

Pero vamos al grano, la cuestión es que uno de los santos más milagreros que ha habido y que habrá es San Benito de Nursia (480-547). Según la leyenda, ya de pequeño apuntaba maneras y se curtió en esto de la milagrería nada menos que arreglando un colador viejo ¡¡a base de rezar!!

Luego parece ser que estuvo un tiempo sin hacer ningún milagro (probablemente la gente se burlaría de un milagro con tan poca ambición), pero más tarde se puso a hacerlos a tiempo completo. Ya hablamos de uno de los más sonados, que consistió en derruir un templo pagano. No sabemos si lo hizo a base de oración o al frente de un ejército de albañiles con picos.

Pero uno de sus milagros más estrambóticos es uno que relata el papa San Gregorio Magno. Resulta que un compañero de la orden monástica se estaba ahogando, entonces otro monje, llamado Mauro, fue y lo salvó. Nada milagroso aparentemente. Lo que pasa es que, según Gregorio, el auténtico salvador no fue Mauro, sino Benito, que, mientras estaba a lo suyo, muy lejos del lugar de los hechos, se dio cuenta de que estaba ocurriendo esto y, como no le daba tiempo a auxiliar al caído, se metió dentro del cuerpo de Mauro. Vamos, que lo que pasa es que se quiso anotar el punto, hablando en plata. ¡Qué cara más dura! Por otro lado, pobre Mauro, que quedó privado del mérito de su buena acción.

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