sábado, 24 de enero de 2015

No hay palabras

Me empeño en buscar un sentido a las películas que veo, encontrar aciertos y fallo en la dirección, las interpretaciones... ¿Para qué? ¿Para conseguir escribir un discurso que me muestre como alguien sagaz, un gran escritor o al menos un posible futuro crítico? En realidad, con lo que uno se queda de una película es con ese momento o par de momentos que le hicieron sentir algo, que le estremecieron. Ayer vi The Ministry of Fear (El ministerio del miedo, Fritz Lang, 1944) y con lo que me quedé no fue con la trama, sino con un maravilloso movimiento de cámara, cuando el personaje interpretado por Ray Milland acude a la feria y la cámara lo sigue desde el otro lado de un puestecito.

Lo mismo me ha pasado con Intolerance: Love Struggle Throughout the Ages (Intolerancia, D.W. Griffith, 1916). De ella no me he quedado con su compleja estructura, con la moralina ni con muchos otros detalles, sobre cada uno de los cuales se podría escribir una crítica. Me he quedado con dos cosas:

1) con el rostro de Miriam Cooper (a la que había descubierto un par de días antes al ver The Birth of a Nation). ¡Maravilloso descubrimiento de ese rostro por parte de Griffith! Ese rostro que personifica la belleza, la pureza, la inocencia. ¡Qué curioso que, teniendo el gusto para descubrir ese rostro, su actriz fetiche sea la ñoña y acaramelada Lilian Gish!

Miriam Cooper (1891-1976)

2) con el movimiento de cámara al inicio de la segunda parte de la película, cuando aparecen por primera vez en toda su magnificencia los majestuosos y costosos decorados corpóreos que tanto dinero costaron a la productora de Griffith y que, a la postre, supusieron su ruina. ¿Cómo poner en palabras la sensación, el estremecimiento que me produjo ese movimiento de cámara?



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