miércoles, 28 de enero de 2015

Hard Disk Overdrive

Decididamente, me estoy haciendo viejo. En los últimos días me ha pasado (¡y dos veces!) algo que creo que nunca me había pasado antes en mi vida. Se me acabó la buena memoria para el cine, que me permitía recordar títulos, actores y si me habían gustado o no infinidad de películas. Quizá es que el disco duro de mi coco se ha llenado. Recuerdo que cuando era pequeño mi padre siempre decía (con otras palabras) que yo tenía memoria selectiva: era capaz de aprenderme la letra de la canción más larga, pero no así con las lecciones de historia. Lo cierto es que el otro día fui a ver Scarlet Street (Perversidad, Fritz Lang, 1945) y en los primeros minutos descubrí que ya la había visto. Lo mismo me ha pasado hoy con Les enfants terribles (Los chicos terribles, Jean Pierre Melville, 1950). ¡Vaya chasco!

Pero no hay mal que por bien no venga y como el cine tiene esa espiralidad, estos nuevos visionados me han servido para descubrir infinidad de cosas de estas dos películas de las que no me había dado cuenta la primera vez y que ahora, debido a mi mayor conocimiento del medio, puedo apreciar mejor.

En primer lugar hablaré sobre Scarlet Street. No recuerdo cuándo fue la primera vez que la vi pero debió de ser hace mucho tiempo. Resulta que recientemente vi La chienne (La golfa, 1931) de Jean Renoir y al verla tenía una extraña sensación de dèja vu. Seguro que no la había visto pero el argumento me sonaba conocido. ¿Cómo era posible? Ahora, al ver de nuevo Scarlet Street, entiendo por qué. Resulta que ambas están basadas en la misma novela de Georges de la Fouchardière y me sonaba vagamente la trama al haber visto la otra versión hacía años.

Dos versiones fílmicas del mismo texto literario: 
La chienne (La golfa, Jean Renoir, 1931)...

...y Scarlet Street (Perversidad, F. Lang, 1945)

La verdad es que las dos películas me encantaron, quizá un poco más la versión de Lang, pero la de Renoir tiene dos puntos geniales que no están en la otra (ignoro si están en la novela, va a haber que leerla). Son los siguientes:

1. Cuando el primer marido de la esposa del protagonista (el coronel), que se creía muerto, aparece, en la versión de 1931 el descubrimiento cobra un sentido que no está en la de 1945, pues en la primera la mujer le está recordando todo el tiempo al personaje encarnado por el genial Michel Simon lo desastre que es y lo compara con su primer marido, dechado de perfecciones. Cuando por fin el coronel aparece caemos en la cuenta de que en realidad se fue porque no aguantaba a su esposa y, en segundo lugar, que es un vagabundo y extorsionador, no el cúmulo de virtudes que constantemente glosaba la inaguantable esposa. Esta constatación (que me recuerda a cuando en mi trabajo como profesor me comparan con una persona que ejercía mi puesto años antes y al que siempre se presenta como perfecto, aunque probablemente no lo fuera -¿a algún lector le ha pasado algo similar?-) no aparece en la otra versión.

2. Al final de la versión de Renoir, cuando el protagonista, ya pobre y miserable, anda vagando por las calles, se vuelve a encontrar con el coronel, también pobre, dando una completud a la historia de la que carece la versión de Lang. Esto nos muestra los enfoques totalmente distintos de ambos autores: el cuento moral de Renoir se convierte en el eterno tema de las películas de la etapa holliwoodiense de Lang, el del pago de la duda a la sociedad por el crimen y la banalidad de la justicia formal frente a la verdadera justicia, que residiría, según parece desprenderse de estas películas, solo en lo más hondo de cada ser humano.

La mujer del cuadro :P
 
Paso a Les enfants terribles. En primer lugar, en mi descargo he de decir que en realidad sí sabía que esta película la había visto, lo que pasa es que en mi cabeza siempre la había considerado una película de Jean Cocteau, aunque en realidad en esta película él solo filma el guion y el director es Jean Pierre Melville, cuyo trabajo quería conocer (pensaba que no había visto ninguna película suya pero resulta que sí). Así que me imaginaba que el de Melville sería otro film con el mismo título.
    Les enfants terribles (Los chicos terribles, J.P. Melville, 1950)

    La verdad es que esta película ha seguido sin convencerme en este segundo visionado. No se me puede achacar a este respecto mi falta de gusto por lo poético o que no entienda la poética de Cocteau, pues La belle et la bête (1946) es una de mis películas favoritas de todos los tiempos. Lo que me ha llamado la atención en este segundo visionado es las resonancias que tiene una obra que ya había visto antes de verla por primera vez con esta cinta. Se trata del capítulo que para la serie Delirios de amor de Televisión Española dirigió Iván Zulueta en 1989: "Párpados". Para ella, Zulueta buscó a dos actores realmente parecidos, en macho y hembra: Eusebio Poncela y Marisa Paredes. ¿Cómo no me di cuenta de que era, en parte y entre otras muchas cosas, un homenaje a esta película, en la que Edouard Dermithe y Nicole Stéphane también son muy parecidos y se muestran como la cara y la cruz de un mismo personaje (un parecido destacado aun más por un peinado similar)? Este juego de espejos está muy bien reflejado en la portada de la edición en DVD de Criterion que ilustra este artículo, así como en otros carteles de la película, un film que, para colmo aun juega más al despiste al presentarnos a una actriz, Renée Cosima, en un doble papel, masculino y femenino. La primera vez que la vi ni me di cuenta de que el travieso Dargelos estaba interpretado por una mujer. Por cierto, que Edouard Dermithe (en realidad llamado Antonio Dermit) sólo hizo cinco películas en su vida, cuatro de ellas para Cocteau y una para Franjù, lo que significa que he visto prácticamente toda su filmografía. Así da gusto.

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