sábado, 3 de mayo de 2014

Documenta. Días 1 y 2. Armstrong y Melgar

Me propongo contar día a día lo que da de sí el festival DocumentaMadrid en este blog. Esta es la crónica de los dos primeros días del certamen: miércoles 30 de abril y jueves 1 de mayo de 2014.

Instantánea capturada el miércoles en la plaza de Legazpi, con Matadero Madrid, sede de Documenta, al fondo

En la sesión inaugural pudimos ver The Armstrong Lie (Alex Gibney, 2013), una película presentada fuera de competencia que me gustó especialmente por mi afición al mundo del ciclismo. Al salir, hablando con otra gente, comprobé que también interesó a gente no aficionado al deporte de las dos ruedas. En ese sentido, me recordó al documental Senna (Asif Kapadia, 2010), que me encantó pese a no tener ni idea de automovilismo. Y es que Gibney combina con maestría partes exclusivamente deportivas realizadas con material propio y de archivo tomado básicamente en etapas del Tour de France con otras de investigación y entrevistas con los implicados en uno de los mayores escándalos del ciclismo profesional, que se saldó con la retirada de los siete títulos consecutivos de Lance Armstrong en la carrera gala más su tercer puesto en 2009.

Por otro lado, el documentalista demostró tener la entereza y honradez suficiente para convertir lo que aparentemente iba a ser un documental laudatorio y favorable al ciclista norteamericano en una denuncia de su uso de sustancias no permitidas y, sobre todo, de sus mentiras, mantenidas durante años, sin importarle hundir a ex compañeros, ex amigos o a todo aquel que se interpusiera en su ascenso imparable hacia el éxito y a lo que él consideraba una cruzada por los supervivientes del cáncer. El director triunfa al mostrarnos las luces y las sombras de este Fausto del siglo XXI, mostrándonos un dilema moral que el ciclista quiso esquivar durante mucho tiempo pero al que al final se tuvo que enfrentar. Un tema en el que tal vez no esté todo dicho y en el que, como en el caso de la cinta británica anteriormente mencionada sobre Senna, las autoridades deportivas también tienen mucho que decir ya que, como nos demuestra Gibney, quizá debieran entonar el mea culpa.

Laura G. Vaquero, organizadora y presentadora de la sección retrospectiva, con el cartel de La Claqueta

En el segundo día me centré en la retrospectiva del director hispano-suizo Fernand Melgar, con el visionado de dos de sus películas con temas muy similares: La forteresse (2008), sobre una casa de acogida para solicitantes de asilo, y Vol spécial (2011), sobre una cárcel en la que los inmigrantes ilegales esperan la deportación a su país. El cine de Melgar, que yo desconocía totalmente, resulta ser de un humanismo, un pulso crítico y una narratividad aplastante, si bien, en mi opinión, un poco plano y descuidado en la técnca (me imagino que no es lo que se pide en este tipo de cine de denuncia). Probablemente los temas de estas dos películas le tocarían muy de cerca al cineasta pues su familia tuvo que huir de España por pertenecer al bando republicano y refugiarse en Tánger, donde él nació

Ambas cintas plantean algo tan básico como que en el país creador de los derechos humanos, Suiza, estos no se cumplen con los inmigrantes ilegales, a los que no se les concede ningún derecho y se les trata peor que a animales, por el mero hecho de buscat una vida mejor en un país que no es en el que nacieron. Durante el debate posterior a la segunda de las películas, miembros del público que aparentemente sabían mucho del tema, afirmaron que, si en Suiza se trata mal a los inmigrantes ilegales, en España están en condiciones mucho peores, lo cual me lleva a la reflexión de que es necesaria una película similar sobre los campos en los que se interna a los inmigrantes ilegales capturados en las fronteras de Ceuta y Melilla y en muchos otros lugares.

El film también me hizo reflexionar acerca de las distintas maneras en las que la gente emigra y por qué sólo se concede permiso de residencia a la gente muy rica o con negocios en el país, trabajadores muy cualificados (pienso en el caso de los profesores universitarios o futbolistas) y luego ya pasamos a los asilados, de los cuales se acoge a uno entre un millón, es cierto, pero al menos tienen más oportunidades que una persona que simplemente quiere quedarse en el país para trabajar y sacar adelante su familia.

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