jueves, 1 de febrero de 2018

Milagros de santos VII: Franco y la mano incorrupta de Santa Teresa

No sé por qué pero en muchos milagros anda por ahí metido algún sector del poder político. Si habéis seguido las anteriores entregas de esta serie sabréis a lo que me refiero. Pues bien, el milagro que viene a continuación no va a ser una excepción en este sentido.

En este caso, el milagro pertenece a un tipo en sí mismo, que es el de las reliquias, en concreto en el subtipo de los "cuerpos incorruptos". Y es que antes se pensaba que los cadáveres de personas santas no se pudrían. Todo lo contrario, incluso olían bien, de ahí la famosa frase "En olor de santidad".

La protagonista de nuestra historia es Santa Teresa de Ávila, llamada por Gutiérrez Solana "esa docta mujer histérica y farsante". Resulta que nueve meses después de morirse la santa escritora en Alba de Tormes (Salamanca) en 1582, abrieron su tumba (no sé por qué razón) y, al parecer, las ropas se habían podrido pero su cuerpo no (aunque, según algunas fuentes, olía muy mal). Así que decidieron seccionarle una mano, que envolvieron en una toquilla y llevaron a Ávila. ¡Di que sí! ¡Cojonudo! ¡Sabia decisión! De esa mano cortó el superior del Carmelo, el padre Gracián, el dedo meñique y, según su propio relato, lo mantuvo con él hasta que fue hecho prisionero por los turcos, quienes se lo quitaron. Lo rescató a cambio de unas sortijas y 20 reales.

Unos dos años después, la orden de los carmelitas descalzos mandó llevar el cuerpo a Ávila, donde se lo colocó en la sala capitular, aunque sin un brazo, que se quedó en Alba de Tormes como reliquia, para compensar la pérdida, a pedido de las monjas. Este traslado no contó con la aprobación de los duques de Alba, que echaron mano de su poder para recuperar el cuerpo, lo que hicieron en 1586. El papa Sixto V dio la orden, bajo pena de excomunión, de que el cuerpo fuera inhumado de nuevo en su sepulcro primitivo de Alba de Tormes, donde, al parecer, continuó incorrupto. Para evitar más traslados, el sepulcro de Teresa de Jesús está custodiado por nueve llaves, de las que tres están en posesión de la Casa de Alba. Se elevó su sepulcro en 1598; se colocó su cuerpo en la capilla nueva en 1616, y en 1670, supuestamente todavía incorrupto, en una caja de plata. Después de estos hechos no la volvieron a trasladar más (¡solo faltaría!), pero sí se sacaron varias reliquias: el pie derecho y parte de la mandíbula superior están en Roma; la mano izquierda, en Lisboa; el ojo izquierdo y la mano derecha, en Ronda (Málaga); el brazo izquierdo y el corazón, en sendos relicarios en el museo de la iglesia de la Anunciación en Alba de Tormes; un dedo, en la iglesia de Nuestra Señora de Loreto en París; otro dedo, en Sanlúcar de Barrameda, y más dedos y otros restos, esparcidos por España y toda la cristiandad. ¡Coño, una santa descuartizada! ¿Entonces qué queda en el sepulcro?

¿Realmente os parece que está incorrupta?

Pero volvamos a lo del poder político, por donde empezamos, y es que la mano derecha (sin el meñique, claro) se encontraba en Ronda (tras haber estado entre 1599 y 1920 en Lisboa). Cuando las tropas de franquistas tomaron esta localidad, le arrebataron la reliquia al ejército republicano, que la había requisado a las monjas, y el propio Francisco Franco la tuvo el resto de su vida en su casa, en el palacio del Pardo, al parecer en una mesita en su dormitorio, y la llevaba consigo cuando se desplazaba a Meirás o San Sebastián. ¡Con tanto meneo no entendemos cómo pudo seguir incorrupta la manita de marras! Parece ser que las monjas no estaban satisfechas con que el autodenominado generalísimo se quedara la mano, así que se la reclamaron varias veces, a lo que este contestó: "La mano no se pierde, se va con el Caudillo para guiarle en la conducción de la Patria".

Solo nos falta decir que tras la muerte de Franco, la mano volvió a Ronda, donde se encuentra hoy día.

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